Un tema que con relativa frecuencia ha aparecido los últimos años en la discusión pública, dice relación con cómo debemos cuidar el bienestar emocional, psicológico y social de la población estudiantil, desde la pre-básica a la superior. Hemos conocido estudios que reportan los problemas de salud mental que ha traído aparejada la pandemia en los estudiantes, y cómo se están haciendo esfuerzos por cuidar su salud mental. Un ejemplo es el Plan de Reactivación de los Aprendizajes anunciado por el MINEDUC en abril del este año, el que espera atender los problemas de infraestructura y de salud mental que se han advertido en las comunidades escolares.
Si bien se dispone de extensa información sobre cómo la comunidad escolar puede cuidar o promover el bienestar de los estudiantes, el escenario no es igualmente nutrido cuando el foco pasa a estar en los educadores. Dicho de otro modo, se ha avanzado bastante en saber cómo los docentes y la comunidad escolar en su conjunto favorecen o potencian el bienestar de los estudiantes, pero existe una mayor brecha en el conocimiento de cuáles son las características de los educadores que alcanzan ese alto nivel de funcionamento psicológico, social y emocional -lo que en la literatura especializada se conoce como florecimiento-, así como de cuáles son las condiciones que lo estimulan.
En un estudio pubicado en mayo este año en la revista International Journal of Wellbeing (1), investigadores de la Universidad Western Sydney (Australia) invitaron a participar a docentes y líderes educativos de Estados Unidos, Europa, Reino Unido y Oriente Medio, con el objetivo de generar un modelo que permitiera entender los factores que favorecen su bienestar, así como que ayudara a visualizar la manera específica en que se expresa en ese grupo, el florecimiento.
El Modelo Ecológico de Explicación del Florecimiento de los Docentes resultante, entrega elementos interesantes de considerar. En un primer nivel, se sitúa el rol que tienen los líderes educacionales proveyendo lo que metafóricamente sería “el agua”, “el sol” y “la tierra” que ayudarán a que crezca el bienestar de los educadores. El que los líderes educativos les demuestren confianza y empatía, así como que asuman buenas intenciones y que garanticen la autonomía de los docentes, representan el rol del agua. El rol del sol, está dado por la transparencia, humildad intelectual e integridad con que los líderes se relacionan con los educadores. Finalmente, la tierra que sostendrá el florecimiento está dada por cómo los líderes educativos priorizan el bienestar de los docentes y cómo buscan su crecimiento profesional y generan un ambiente que lo apoye.
En un segundo nivel, está la imagen de un “árbol” y sus raíces”, que representa la satisfacción de la necesidades que tienen los docentes de sentirse vistos, valorados, reconocidos y tratados como profesionales por sus estudiantes, colegas y jefaturas.
El tercer nivel, está representado por las “hojas del árbol”, y que representan los rasgos visibles de que ha logrado ese florecimiento o alto bienestar. Acá encontramos el que tengan relaciones positivas, el que sean autónomos, el que crezcan profesional y personalmente y el que puedan actuar de manera auténtica y con integridad.
Lo interesante de este modelo es que entrega líneas útiles para promover y cuidar el bienestar emocional, psicológico y social de las personas que tienen la gran misión de entregar a sus estudiantes, sean del nivel educativo en que estén, el apoyo emocional, social y académico que esperamos estén siempre, en las mejores condiciones de dar. Si los docentes florecen, qué duda puede caber de que sus estudiantes y sus instituciones también lo harán.
Dr. Patricio Ramírez
Docente Psicología UDD