Si bien la libertad de expresión no es un concepto que tiene la misma interpretación en todos los países que la defienden, es claro que el arzobispo de Santiago, Celestino Aós, está en su derecho de expresar lo que estima conveniente según su sistema de creencias: que el matrimonio debiera ser entre un hombre y una mujer.
Para muchos, él expresa, desde la autoridad religiosa que se le entrega dentro de su organización, los lineamientos que el mundo católico debiera seguir y, además, insta a que el Estado adopte (más bien continúe), con esa misma visión para el futuro respecto de un contrato civil, como es el matrimonio.
Pero desde el mundo del libre pensamiento, es justo preguntarse con qué evidencias cuenta Celestino Aós, quien es psicólogo además de sacerdote, para apoyar la existencia única del matrimonio entre un hombre y una mujer, y para oponerse al matrimonio civil entre dos hombres o dos mujeres.
Puedo suponer, porque no estoy en condiciones de asegurar, que no las tiene, pues es el tipo de afirmaciones que no suelen respaldarse con evidencias que tengan validez entre personas que no comparten un mismo sistema de creencias, sobre todo, cuando habitualmente se emplea como primer argumento, el hipotético efecto negativo que tendría en el desarrollo de los niños o niñas ser criados en una familia homoparental.
Desde el mundo de la ciencia hay una considerable cantidad de estudios que han buscado responder a preguntas relativas a si existen diferencias, en una serie de indicadores o variables, entre infantes criados en familias con padres homosexuales y heterosexuales y, de forma bastante robusta, esas evidencias apuntan a que tales diferencias no existen.
La Asociación de Psicología Americana (APA) dio a conocer el año 2012, en un folleto muy ilustrativo (https://www.apa.org/ topics/lgbtq/answers-questions-so-spanish. pdf), cómo las ciencias sociales han demostrado que los temores generalmente basados en prejuicios y estereotipos respecto a los hijos e hijas de padres homosexuales son infundados. Como se presenta en dicho documento, las investigaciones indican que los hijos e hijas de padres o madres homosexuales no son diferentes de los hijos e hijas de padres y madres heterosexuales en lo que se refiere a su desarrollo, ajuste y bienestar general.
La misma APA ha emanado distintos informes en las últimas décadas sobre parentalidad de parejas homosexuales, en los cuales presenta que la evidencia científica disponible muestra, claramente, que a los niños y adolescentes que crecen con padres homosexuales les va tan bien en el funcionamiento emocional, cognitivo, social y sexual, que a los niños y adolescentes cuyos padres son heterosexuales. Es más, revisiones que se han hecho dentro de la APA exponen que no se ha encontrado ningún estudio en el que los hijos de padres homosexuales se encuentren en desventaja en relación con los hijos de padres heterosexuales, y que las pruebas científicas sugieren que los entornos domésticos entregados por parejas parentales homosexuales y heterosexuales, proporcionan iguales condiciones para apoyar y permitir el crecimiento psicosocial de los niños, mismo tipo de evidencias que aparecen en diferentes contextos culturales en que se han hecho estos estudios. Lo anterior no significa que no haya dificultades en los entornos de familias homoparentales y sus hijos, sino que no hay diferencias con lo que ocurre en los entornos de familias con padres heterosexuales.
En una sociedad en que hemos sido testigos de los cambios culturales respecto de la visión de la crianza, el apego o la multicausalidad de los problemas de salud mental, resulta relevante llevar la discusión a cuáles estan siendo los factores de mayor sufrimiento o alteraciones en el desarrollo de niñas y niños desde un punto de vista científico y una ética de valores universales, pero no en base a dogmas que responden a necesidades de identidad ideológica o a seguir alguna autoridad religiosa de un segmento de la población. Tener una familia nutritiva emocionalmente y que favorezca el desarrollo infantil, por un lado, o estar en una familia que dificulte, maltrate o sea negligente, por otro, no está determinado por el tipo de pareja heterosexual u homosexual que constituya dichas familias. De eso sí hay evidencias.
Patricio Ramírez Azócar
Doctor en Salud Mental
Docente Facultad de Psicología Universidad del Desarrollo.