Conversatorio sobre Feminismo y redes comunitarias: abriendo nuevas formas de relación
Fecha: 16 de agosto 2021
Nombre presentación: Conversatorio sobre Feminismo y redes comunitarias: abriendo nuevas formas de relación
Expositoras:
Dra. Carolina Aspillaga. Psicóloga y Doctora en Psicología, Universidad de Chile. Investigadora CEBCS-UDD.
Javiera Menchaca. Socióloga. Diplomada en estudios interdisciplinarios de la mujer. Directora en estudios de CICEM. Activista, La Rebelión del Cuerpo.
Isidora Bilbao. Psicóloga. Magíster y Estudiante del Doctorado en Psicología Ecológica Comunitaria, Michigan State University.
Resumen presentación:
Amor romántico y comunidad – Dra. Carolina Aspillaga.
¿Por qué desde los feminismos es importante el estudio del amor romántico? En primer lugar, porque el amor romántico es un modelo amoroso basado en desigualdades de género y muchas veces utilizado para justificar la violencia de pareja. En segundo lugar, porque la forma de entender el amor y las relaciones sexo-afectivas tienen un impacto en la estructura social, en el orden social y consiguientemente en las desigualdades de género. Finalmente, porque lo personal es político: a pesar que los afectos son vividos de forma individual, estos están sujetos a las normas y estructuras culturales.
La concepción individual de la afectividad presenta grandes limitaciones, ya que los afectos nacen y adquieren significado en la interacción social, se comparten colectivamente y tienen como referencia un grupo, situación, sociedad y contexto determinado. En ese sentido, la afectividad y sus manifestaciones mantienen, reproducen y cambian la sociedad y sus relaciones de poder.
El amor romántico es un modelo amoroso basado en un modelo patriarcal, heteronormativo y cristiano que prescribe lo que es estar enamorado y las características que debiera tener una relación sexo-afectiva, tales como ser monógama, con roles diferenciados por género, que aspira a la fusión de las individualidades y búsqueda de la felicidad e intimidad a través de la pareja, con una finalidad lógica: relación estable, a largo plazo, exclusiva, que apunta a tener hijos y formar una familia nuclear.
¿Cómo se relaciona el amor romántico con el orden social? Este modelo se posiciona en un momento histórico particular que se relaciona con la instauración del capitalismo que requiere la formación de familias nucleares y de una división sexual del trabajo. En la medida en que se va desmembrando la comunidad, al tener menos tiempo para relacionarnos con otros, el amor romántico y la vida en pareja cobran mayor relevancia y se les entrega el rol de brindar refugio frente al mundo hostil, y en donde se busca satisfacer todas las necesidades afectivas. En esta línea surgen mandatos sociales tales como que la pareja es el vínculo central en la vida adulta y que quienes no encuentran el amor de su vida están incompletos, así como la promesa de felicidad a través de la vida en pareja. Por otro lado, existe una paradoja en el sentido de que se nos pide la entrega total y disolución de los espacios individuales a la vez que se espera que nos autodeterminemos y seamos libres. Se identifican tres consecuencias del modelo de amor romántico: 1) una jerarquía relacional, 2) el debilitamiento de otros lazos de la comunidad y 3) la idea de que si una persona no está en pareja, se encuentra sola.
Como reflexión, se invita a entender los afectos y el amor como fenómenos políticos y colectivos, fenómenos situados que responden y son funcionales a un determinado orden social. En la medida que se transforman los modos de entender y vivir el amor también se transforma el orden social.
Amistad entre mujeres y sororidad – Javiera Menchaca.
La amistad entre mujeres es un fenómeno poco estudiado. Según la definición de Aristóteles la amistad verdadera es aquella que se da entre dos personas unidas por el afecto común y que se preocupan más por el bienestar del otro que por el propio. Sin embargo, esta concepción estaba centrada en la amistad entre hombres, excluyendo a las mujeres y toda otra identidad no binaria.
Los primeros registros de amistad entre mujeres se encuentran en la edad media, en cartas entre monjas, quienes eran las únicas que tenían permitido leer y escribir en esa época. Luego, en el siglo XX, con la alfabetización masiva de la población, se han expuesto las experiencias de amistad entre mujeres de todas partes del mundo.
Uno de los grandes problemas ha sido que la mayoría de las experiencias de amistad entre mujeres ha sido relatada por hombres a lo largo de la historia. Esta reflexión aparece por primera vez retratada públicamente por Virgina Wolf (Un cuarto propio, 1929), y luego por Janice Raymond (A passion for friends, 1986), quienes se cuestionan las limitaciones impuestas hacia las mujeres para poder escribir libros (producto de la limitación de espacio personal, tiempo libre, enseñanza, entre otros) y el problema de ser relatada por otros hombres (denominado hetero-realidad). La hetero-realidad es una visión de mundo en que las mujeres existen siempre en relación a un hombre, y considera que las mujeres, cuando se encuentran acompañadas por otras mujeres, son mujeres solas. Esto ha provocado un sinfín de estereotipos en torno a la amistad entre mujeres (“la peor enemiga de una mujer es otra mujer”) y a las mujeres en general (“débiles, sin capacidad de liderazgo, irracionales”).
Bell Hooks propone que a través de la socialización las mujeres han interiorizado creencias sexistas, considerándose a sí mismas y otras mujeres como inferiores a los hombres y en competencia con otras mujeres por la aprobación patriarcal, generando miedo, celos y odio. En ese sentido, propone que la forma de liberación de este sexismo interiorizado es a partir de un contexto de conversación y reflexión en torno a estos sentimientos, y la unión entre mujeres para proteger los intereses comunes. En la misma línea, Marcela Lagarde propone que la sororidad está enraizada en el compromiso de luchar contra la injusticia patriarcal de manera colectiva y apunta a acabar con el sexismo y destruir el patriarcado, visibilizando las experiencias de las mujeres.
Feminismo y comunidad – Isidora Bilbao.
Audre Lorde postula que el feminismo tiene que encontrar lógicas que estén fuera del patriarcado para llevar a cabo el proyecto feminista. Una de las lógicas propias del patriarcado es el individualismo, con una sociedad que permanentemente nos invita a preocuparnos sobre nuestro propio bienestar y beneficio, y competir. En ese sentido, un feminismo comunitario tiene al menos dos ventajas: es mucho más eficiente que la acción feminista individual (mayor impacto) y por otro lado, ya que la experiencia de ser feminista puede ser muy deprimente en algunas comunidades, generar colectivos permite sobrellevar esta experiencia a través de las metas en común, el apoyo que disminuye el desgaste, la acción comunitaria, el sentido de pertenencia y muchos otros.
Las feministas deben entenderse comunitariamente, en el sentido de estar conscientes de estar dentro de comunidades que tienen valores, prácticas, mecanismos y se constituye una manera de mirar el mundo. Así, se pueden dirigir cambios específicos para las características particulares de la comunidad y sus necesidades. De esta manera, un cambio en la comunidad podrá realizarse.
Finalidad: La finalidad de este conversatorio fue reflexionar en torno a las creencias arraigadas sobre las relaciones sociales, tales como las relaciones de pareja, amistad y relaciones comunitarias, y cómo, desde el feminismo, se pueden generar cambios que impacten en la equidad y bienestar de las mujeres y la comunidad en general.
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