Hace aproximadamente 70.000 años ocurrió un cambio en la humanidad, que los antropólogos lo denominaron la primera revolución cognitiva. Este salto obligó a perfeccionar una habilidad central: desarrollar un lenguaje capaz de construir narrativas, mitos y ritos compartidos.
Aun cuando no se sabe con certeza cuándo ni cómo ocurrió, el desarrollo de esta habilidad permitió al homo sapiens imponerse a otras especies que superaban al ser humano en fuerza y en tamaño del cerebro. El desarrollo del lenguaje humano sin dudas nos ayudó a sobrevivir como especie, pero también logró desarrollar un enorme ego, ya que fuimos la especie que se terminó imponiendo a las otras.
Hoy paradójicamente este ego en la cúspide se está poniendo en riesgo a sí mismo a muchas otras especies, la lógica de imponerse está dañando el frágil equilibrio de biodiversidad de nuestro planeta y ha exterminado o puesto en riesgo a miles de especies. El informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas de las Naciones Unidas del año 2020 muestra que alrededor de 1 millón de especies de animales y plantas están en peligro de extinción, más que nunca en la historia de la humanidad.
Las especies nativas en la mayoría de los hábitats terrestres han disminuido en al menos 20%. Más de 40% de las especies de anfibios, casi 33% de los corales de arrecife y más de un tercio de todos los mamíferos marinos están amenazados. Al menos 680 especies de vertebrados se han extinguido desde el siglo XVI y más de 9% de todas las especies domesticadas de mamíferos utilizados para la alimentación y la agricultura se han extinguido y al menos 1.000 especies están amenazadas.
Si nos detenemos a pensarlo, una de las raíces de las profundas crisis que estamos enfrentando hoy es la visión de mundo que los seres humanos hemos cultivado a partir de esa primera revolución cognitiva, y que desde hace pocas décadas está mostrando ser no solo insuficiente para afrontar los desafíos planetarios que afrontamos, sino que parece ser parte del problema. Si no modificamos radicalmente esta perspectiva, nos estaremos poniendo en riesgo a nosotros mismos.
Estamos en un periodo de la historia especialmente complejo e incierto. Estamos justo en medio de una crisis global, que incluye una crisis sanitaria, una crisis social y climática, y por ello mismo tenemos la urgente necesidad de encaminarnos hacia aportar una visión generativa. Necesitamos una revolución que nos ayude a liberarnos de las trampas del ego, que la primera revolución cognitiva nos ayudó a cimentar. Esta nueva visión tiene que volvernos más humildes, tiene que incluir una mayor consciencia de nuestra interdependencia y necesidad de cuidado.
Necesitamos poner en el centro lo que tenemos en común. Necesitamos cultivar un modo de relacionarnos basado en la colaboración, en vez de continuar promoviendo la competencia y la lucha de unos contra otros, para esto, resulta valioso recordar que la presencia, la empatía y la compasión no son solo ideales utópicos, sino habilidades que están entre nosotros y que podemos entrenar.
Estamos en un umbral como especie, y necesitamos desarrollar una nueva visión, más interdependiente, relacional y colaborativa, porque, o salimos juntos de las crisis o simplemente no saldremos.
Pablo Fossa, Facultad de Psicología UDD.
Claudio Araya, Escuela de Psicología, UAI.
* Foto: Reuters