La pandemia del COVID-19 ha traído diversos retos a nuestra vida cotidiana y para quienes estamos a cargo de niños y niñas, ya sea como familiares o como docentes, nos ha enfrentado a un doble desafío: cómo mantener su bienestar, al mismo tiempo, que los apoyamos en su aprendizaje y desarrollo.
En este período esperamos que se sigan aprendiendo contenidos, pero también necesitamos que se sigan desarrollando los saberes socioemocionales: reconocer y manejar las propias emociones, desarrollar el cuidado y la preocupación por los otros, tomar decisiones en forma responsable, establecer relaciones positivas y manejar situaciones desafiantes de manera efectiva (CASEL).
Las soluciones que ha creado el sistema educativo para mantener los procesos de enseñanza y aprendizaje en este período han sido variadas. Se han generado soluciones sincrónicas, clases on-line, y asincrónicas, guías de trabajo, en variedad de combinaciones, sin embargo, éstas no suponen, necesariamente, interacciones con otros, que es donde vamos aprendiendo lo socioemocional. Debemos visibilizar la urgencia de promover los vínculos y protagonismo de niños y niñas. Necesitamos proponerles experiencias de interacción y participación que tengan sentido de aprendizaje.
Barbara Rogoff, referente mundial de la comprensión de desarrollo desde un punto de vista sociocultural, habla de Colaboración para aprender, en ésta, las personas piensan juntas y comparten ideas y, a partir de eso, se desarrollan. De acuerdo a los hallazgos de esta investigadora, es frecuente que, en comunidades indígenas mayas, por ejemplo, se genere colaboración para aprender de manera intergeneracional, es decir, donde los adultos, junto con los niños y niñas, participan y se involucran en tareas de colaboración que ayudan a todos a crecer y aprender.
¿Cómo es nuestro escenario? El contexto actual tiene mayor escolarización, por lo que, se divide el hacer intergeneracionalmente. Los niños aprenden escolarizados y los adultos resuelven el quehacer doméstico: los niños no aprenden de eso. En algunas casas se les propone una participación ritual, descontextualizada y sin demasiado sentido, se les pide que hagan acciones, pero no se les integra en la búsqueda de soluciones a problemáticas o desafíos reales de la casa.
La invitación es a mirar cómo podemos integrar a los niños en las casas para que participen en la construcción de pensamientos comunes y en la generación de nuevas ideas. ¿Qué problemas pueden ayudar a resolver?, ¿qué estrategia de cuidado puede estar a su cargo?, ¿cómo pueden contactarse con sus pares para generar un plan conjunto y a la distancia? En este involucramiento aparecen otras preguntas como: ¿Qué hacemos con la rabia que nos da no ponernos de acuerdo?, ¿cómo nos escuchamos?, ¿cómo conversamos? Éstas son las preguntas que desarrollan lo socioemocional.
Dra. Viviana Hojman A.
Directora Magíster en Psicología Educacional (MPE)
Facultad de Psicología, Universidad del Desarrollo.