El desafío de estos tiempos ha consistido en incorporar a nuestra existencia las permanentes mutaciones en los modos tradicionales que hemos venido sustentando. La condición específica de teletrabajo acarrea transgresiones a nuestra estructura conocida del empleo. Aquí las señalaremos y dejaremos huellas para enfrentar su interrogante central: ¿cómo resolverlas?
La transgresión del cuerpo se da en la suplantación de nuestras capacidades por la aplicación de tecnologías en el trabajo (Schwab, 2019). Es así como la cuarta revolución [digital] relega el uso de nuestros músculos a los gimnasios y reduce el poder del anclaje corporal de nuestra existencia (Le Breton, 2007). Así, la energía acumulada por insuficiencia de gasto físico deriva en estrés y obesidad.
Debemos recordar que las representaciones del cuerpo son una función de la persona: lo que hacemos; nuestros límites y relaciones con los otros y con la naturaleza son lo que somos. Es insuficiente concebir el cuerpo como si fuera un objeto, omitiendo el ser al que encarna. “El cuerpo es nuestro medio de ser en el mundo y poseer el mundo” (Merleau Ponty, 1993).
La transgresión del espacio está representada por la hogarización del trabajo que desestructura las fronteras de la oficina fusionando vida privada y vida laboral; desbordando el límite entre los ritmos afectivos y los ritmos del trabajo. Los hábitos y las reglas privadas definen y permean el desempeño laboral: el espacio productivo adquiere una forma abierta a normas mixtas y a patrones flexibles y múltiples de tiempo, cooperación y organización. El teletrabajo secuestra parte de nuestro espacio familiar y lo sujeta a un dudoso acomodo.
Conviene diferenciar los espacios híbridos de trabajo con las lógicas en las que el sujeto está en riesgo de volverse un ente productivo con presencia ininterrumpida.
La transgresión del tiempo implica la supresión del límite de la jornada de trabajo, vinculado al control del tiempo como modo de dominación (Postone, 2006). Si bien los marcos contractuales no dan cuenta del tiempo en el teletrabajo, la indefinición de la jornada laboral es asumida por la industria en favor del incremento de la productividad por la intensificación de los ritmos de trabajo. Adicionalmente, la actividad del trabajador a distancia exige flexibilidad para adaptarse al esfuerzo por lapsos indefinidos de tiempo, o bien, a los ritmos vitales de otros sujetos.
Si bien los plazos temporales quedan abiertos a la fragmentación y la incertidumbre, la ruptura del nexo entre salario y unidad de tiempo nos da la oportunidad de enfocarnos en obtener retribución por el logro de una meta, servicio o un producto específico.
La transgresión del lenguaje se relaciona con la sustitución de las palabras del trabajo por la retórica del management. Esta transformación, no puede ser sólo verbal, sino que requiere cambios efectivos en las prácticas y los recursos para realizar el tránsito desde el “trabajo” al “teletrabajo”, del “usuario” al “cliente”; del “empleo de por vida” a la “empleabilidad” y de “trabajador” a “colaborador”. Asimismo, se exige un proceso evolutivo para la instalación efectiva de competencias para ejercer el teletrabajo, tales como la “proactividad”, “autonomía responsable”, “autocuidado”, “creatividad e iniciativa” y otras.
En este espacio de significados, hay que cuidar la valoración superficial de los discursos como si fueran hechos evolutivamente logrados y delimitar las verdaderas características del teletrabajo respecto de la intención de individualizar, informalizar e informatizar las relaciones en el ámbito del trabajo.
El teletrabajo deberá resolver la transgresión de las protecciones mínimas tales como ayudas ante la inhabilitación del trabajador o bien, beneficios obtenidos colectivamente. Para la nueva economía, la subsistencia de la fuerza de trabajo ya no es un problema del que el empleador o el Estado deban hacerse cargo (Bologna, 2014). La relación del teletrabajador, aislado frente a un sistema automatizado, ya no es de protección, sino una relación comercial donde no cabe la obtención de derechos ni cauces de acción colectiva, excepto del tipo groupon (Alonso, 2009). La ausencia de garantías y codependencias solidarias contribuye al vaciamiento de sentido de la vida en comunidad (Touraine, 1997).
Aún cuando el teletrabajo implique transgresiones a nuestros modos tradicionales de hacer, nos vuelve a situar por encima de los riesgos de la desaparición del trabajo por automatización y lejos aún de la emergencia de las sociedades del ocio. Al parecer, aún se requiere de nuestra energía y creatividad para el logro de metas, servicios y productos.
El desafío consiste en la superación de estas transgresiones y su integración a la vida, alcanzando la capacidad de autoadministrar y desarrollar la propia energía y conocimiento, pero situados en un marco más humano. No para el mercado, sino para nosotros mismos. El reposicionamiento de la importancia del cuidado la persona y de lo social, es visible hoy en los movimientos que defienden los derechos humanos, la libertad, la seguridad y la dignidad personales. El principio que activa a estos movimientos no es sólo social o político, sino una respuesta esencialmente moral ante las múltiples transgresiones de esta era.