No cabe duda, y enhorabuena, que el interés nacional e internacional por la salud mental de la población ha ido en aumento. Lo anterior, se refleja no solo en cómo el hablar de salud mental está presente en quienes se espera que estén preocupados por el tema, como son la Organización Mundial de la Salud (OMS) o los ministerios de Salud de los diversos países, sino también en cómo ha tomado protagonismo en la discusión pública general.
Ahora bien, un posible riesgo de poner los problemas de salud mental en primera plana, es el de patologizar las experiencias humanas que no son un trastorno mental, aunque lo parezcan. De ahí entonces que es importante considerar que el estar desanimado o entristecido no es lo mismo que estar experimentando una depresión; que el estar preocupado o que se haya dormido mal por una prueba que hay que rendir en la universidad o por un informe que hay que presentar en el trabajo, no significa que se esté teniendo un trastorno de ansiedad; o que algunos días se esté de buen humor y otros con mal humor no es equivalente a tener un trastorno bipolar, por nombrar algunas vivencias que tienen las personas.
En el ámbito de las especialidades como son la psiquiatría o la psicología clínica, qué es lo que se considera un trastorno mental –y, por tanto, suele usarse un nombre consensuado internacionalmente para denominarlo– es algo que está bastante especificado en relación con qué síntomas (o grupo de síntomas) lo caracterizan, con qué frecuencia e intensidad se debiesen estar presentando y qué nivel de impedimento o dificultad le trae aparejado a la persona.
Pero por el lado del bienestar mental o salud mental positiva no existe el mismo nivel de acuerdo respecto a cómo diagnosticarla o identificarla, aunque existen algunas aproximaciones que han tenido avance internacional y que han merecido interés no solo desde el ámbito de la investigación, sino también desde algunos planificadores en salud.
Por tanto, tenemos el desafío profesional, académico, social y político de que la salud mental no quede restringida solo al malestar psíquico, de modo que también hagamos esfuerzos por promover y cuidar la presencia de una buena salud mental, es decir, de las experiencias emocionales, psicológicas y sociales que harán que las personas tengan bienestar mental.
Sin ir más lejos, es cosa de escribir “salud mental” en cualquier buscador dentro de los medios digitales y serán cientos las noticias y columnas que arrojará esa búsqueda con ese resultado, aunque, en su mayoría, traten más bien de problemas de salud mental que de la salud mental positiva o bienestar mental.
Es claro que debemos buscar las mejores estrategias para que las personas dejen de experimentar algún trastorno mental, pero el cuidado de la salud mental estará incompleto si solamente miramos las cosas que no andan bien.
Dr. Patricio Ramírez Azócar
Director del Centro de Apoyo Al Desempeño Académico(CADA) y Docente Psicología UDD