Fecha: 06 de julio 2021
Nombre presentación: Coloquio DCDP: Mecanismos neurobiológicos de la conducta antisocial.
Expositor: Dr. Marco Contreras. Departamento de Neurociencias, Facultad de Medicina, Universidad de Chile. Department of Psychology, University of Arizona.
Resumen presentación:
Los topillos de la pradera ofrecen un buen modelo para estudios comparativos sobre las conductas sociales. Estos roedores, luego del apareamiento muestran una preferencia selectiva duradera con su pareja, aumentan la agresión hacia otros machos para proteger a la hembra y aumentan sus conductas parentales. Este tipo de conductas están moduladas por hormonas como la oxitocina (OT) y la vasopresina arginina (AVP), lo que se ha demostrado a través de la inducción de conductas sociales en machos que aún no se han apareado cuando se les inyecta vasopresina a nivel central, y la reducción de estas conductas cuando se bloquean los receptores en machos que ya se han apareado. En cuanto a la oxitocina, se ha visto que reduce las conductas maternas y la preferencia en la pareja en hembras. En el cerebro, las neuronas parvocelulares secretan OT y AVP hacia numerosas regiones cerebrales como la amígdala, pituitaria posterior y el tronco encefálico. Específicamente en el cerebro de los topillos de la pradera, existe una gran cantidad de receptores de OT y AVP en regiones como el núcleo accumbens y el pálido ventral (regiones asociadas a la recompensa y reforzamiento) en comparación con otras especies de topillos muy similares que no presentan las conductas sociales ni los receptores en estas mismas regiones.
Considerando estos antecedentes, se puede concluir que las conductas sociales se pueden explicar a través de mecanismos neuroquímicos, y por tanto también las conductas antisociales. Un ejemplo de ello es la psicopatía, en el que los estudios neurobiológicos han encontrado dos principales problemas: una reducción de la respuesta empática hacia el dolor de otros y en la toma de decisiones basado en el reforzamiento, con el involucramiento de la amígdala, el caudado, la corteza prefrontal ventromedial, corteza insular anterior y corteza prefrontal dorsomedial.
En esta línea, se ha estudiado el rol de la corteza insular en la empatía. La evidencia sugiere que entendemos las experiencias dolorosas de otros si experimentamos cambios viscerales similares, y que la empatía hacia el dolor de otros activa estructuras neurales que están involucradas directamente con la experiencia de dolor propia (ínsula anterior y posterior, corteza cingulada anterior). La ínsula es una de las estructuras centrales en el procesamiento de la interocepción (percepción e integración de todos los aspectos de las necesidades motivacionales y estados fisiológicos del cuerpo), y cuando se presentan desregulaciones en la interocepción es más probable presentar dificultades en la empatía y aparición de conductas antisociales.
Asimismo, se ha encontrado que la interocepción está íntimamente relacionada con las emociones. Por ejemplo, la reacción conductual de miedo depende de un complejo procesamiento de información a nivel cortical y subcortical que se inicia con la percepción del estímulo emocional, de la que importantemente depende la supervivencia del sujeto. Estudios con ratas han demostrado que la inactivación de la corteza insular posterior produjo una marcada reducción de la expresión de miedo un día después, y la desactivación de la respuesta de congelamiento típica frente a la exposición al olor de un gato.
Existen diferentes modelos animales que han demostrado que los roedores presentan contagio emocional (por ej. una rata observadora presenta las mismas señales defensivas al presenciar a un par que expresa señales de estrés), expresan conductas prosociales (por ej. las ratas aprenden rápidamente a liberar a otra rata atrapada en un contenedor) e incrementan los niveles de acicalamiento social hacia un animal estresado (aunque éste depende de la relación social). Por otro lado, se ha encontrado que la manipulación de los niveles de vasopresina (bloqueo de los receptores) en ratas inhibe la respuesta empática e incluso aumenta la conducta de provocación de dolor a otro.
Finalidad: Las conductas antisociales pueden emerger de la desconexión de los órganos periféricos con las estructuras centrales que conforman el sistema interoceptivo. Podría existir una alteración en el procesamiento de la información necesaria para las respuestas empáticas.
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