Para nadie es sorpresa el clima de constante polarización. La reciente consulta constituyente; la reacción política de los días siguientes; el contexto de stress por la situación sanitaria, no han más que acrecentado la polarización de los individuos. La investigación en ciencia cognitiva señala que detrás de una conducta radicalizada opera, – además de una desmesurada exaltación del ánimo -, una incapacidad para compatibilizar los argumentos propios con los de un tercero. Psicólogos habitualmente describen el pensamiento radicalizado como un signo de baja flexibilidad cognitiva, i.e., rigidez en el modo en que interpretamos y guiamos nuestro comportamiento.
La demanda por proceder de manera prudente en nuestras decisiones y conductas, no es nueva. Aristóteles en Ética a Nicómaco, subraya que el pensar virtuoso es aquel conducido con prudencia (phrónesis), evitando caer en la desmesura (hubris); tal como supone la radicalización de nuestras posiciones. Tal virtud del pensamiento, es una forma de intelecto práctico, un tipo de conciencia moral que nos permite decidir cómo y por qué actuar de manera sensata, tanto en lo que respecta a nuestra propia vida, como con la de nuestros coetáneos. El debate público exhibe hoy por hoy, -y en esto parece existir cierto consenso-, una falta de phrónesis, de prudencia, y un exceso de hubris, de desmesura. Ahora, ¿son acaso los individuos responsables de que el debate público padezca de signos de desmesura? ¿cómo es que surge un pensamiento radicalizado? La respuesta, por supuesto, no se agota en un análisis desde la psiquis individual, sin embargo la perspectiva psicológica ofrece aspectos relevantes a considerar.
Investigadores de UCL recientemente observaron que individuos con una posición política radicalizada, tanto desde una óptica liberal vs. conservadora, comparten un perfil neuro-psicológico. El estudio concluye que un perfil radicalizado en política conlleva una baja capacidad meta-cognitiva, esto es, un déficit en identificar cuando se incurre o no en un simple error. En el Laboratorio de Ciencias Cognitivas de la UDD replicamos tales resultados; individuos que presentan creencias morales radicalizadas (independiente el tipo o tendencia política/moral asociada a la creencia), presentan un exceso (injustificado) de sobre-confianza en sus decisiones; baja capacidad para reconocer un error; y escasa sensibilidad a considerar la opinión de otros. Hugo Osorio, Sociólogo y candidato a Magister en Neurociencia Social (UDP), co-investigador del estudio, sostiene que es más bien tal forma radical del pensar, y no el contenido de éste, lo que se asocia con un perfil metacognitivo disminuido. En contrapunto, individuos con alta metacognición serían aquellos capaces de monitorear sus decisiones, corregir sus errores y exhibir un comportamiento flexible ante las demandas ambientales.
La polarización en el debate público trasciende la dimensión político-electoral. La solicitud a no sucumbir ante la tentación de radicalizar posiciones y actuar prudentemente, cobra especial relevancia en nuestros días. Aun cuando hoy sabemos que la respuesta a tal demanda depende, entre otros factores, de nuestra constitución psicológica y no sólo de un movimiento de la voluntad. Es menester entonces, realizar más y mejor investigación conducente a develar el mecanismo que explica nuestra empatía social, el carácter prudente en nuestras decisiones, y un desarrollo saludable de la capacidad metacognitiva. La polarización de nuestros días se asemeja a una grieta donde las voces en el debate público se concentran en los extremos de la abertura y en el centro, el silencio de los prudentes.
Gabriel Reyes M., Ph.D.
Laboratorio de Ciencias Cognitivas, UDD.
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