«Enfrentarse a la vida universitaria por segunda vez no es fácil. Diferentes limitaciones que yo misma me establecí, y que creí importantes, me impedían tomar la decisión de atreverme a empezar de cero, pero la la verdad es que no me arrepiento.
Hay días en que me pregunto «¿por qué no lo hice antes?», pero éste era el mejor momento para mí. Estudiar Psicología a los 18 es distinto que a los 28 y toda experiencia previa me ha permitido interiorizar de mejor forma conceptos, teorías y así darme herramientas para también incorporarlas en distintas instancias de mi vida personal y laboral. Ya estando en mi tercer año de la carrera pienso que sí, quizás me di la vuelta larga, pero por fin encontré lo que me hace feliz y con lo que me proyecto a futuro».
