Mariana Gerias Inostroza
Licenciada en Filosofía, Doctora en Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Chile. Directora Académica, Facultad de Educación.
Pablo Fossa Arcila
Psicólogo, Doctor en Psicoterapia, Pontificia Universidad Católica de Chile; PhD(c) en Filosofía, Universidad de Navarra, España. Director Laboratorio Cognición y Cultura, Facultad de Psicología.
Mucho se ha discutido, en los últimos meses, sobre la prohibición o la promoción del ChatGPT en el ámbito de la educación. Sus detractores han centrado el foco de la discusión en aspectos éticos relevantes, como la posibilidad de plagio, engaño, manipulación, ausencia de normativas y falta de regulación, entre otros. Sus defensores, por el contrario, han encontrado en esta herramienta un aliado para la docencia. La posibilidad de impulsar procesos de aprendizaje vinculados al desarrollo del pensamiento crítico, a optimizar el tiempo, a aumentar la eficacia en la gestión de la información y a estar a la vanguardia en el uso de la Inteligencia Artificial y estas nuevas herramientas tecnológicas que se han instalado cada vez con mayor fuerza en nuestra sociedad, son los principales argumentos de quienes defienden su uso. Pese a la fuerza de estos motivos, es importante recalcar que la promoción y el uso de la IA en el ámbito de la educación no puede perder de vista la dimensión afectiva involucrada en los procesos de enseñanza-aprendizaje.
La investigación en psicología y educación ha demostrado que el desarrollo de competencias socioemocionales no sólo se relaciona con la posibilidad de establecer vínculos interpersonales estables y saludables, sino también con el logro académico, el éxito laboral y un mayor nivel de bienestar subjetivo con la propia vida. Las competencias socioemocionales, en el ámbito de la educación, corresponden a aquellas habilidades desarrolladas por los estudiantes, que les permiten regular y gestionar sus emociones, de modo de establecer y mantener relaciones positivas que fomenten el aprendizaje y propicien el sano desarrollo biopsicosocial. La relevancia que adquieren estas competencias para el desarrollo y desenvolvimiento humano en sociedad, nos lleva a pensar más específicamente sobre el rol que cumplen las variables afectivas en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Nos centramos en las variables afectivas dado que, como sabemos, la experiencia de aprender no solo constituye un fenómeno cognitivo-intelectual, sino que en él median con fuerza aspectos afectivos y emocionales.
Variables como la predisposición afectiva al aprendizaje, esto es, ser capaz de reconocer y aceptar la falta de conocimiento para acercarse con apertura y humildad a la experiencia de aprender, o la motivación por el aprendizaje y el conocimiento, la motivación por el logro y por la competencia, el temor al fracaso, la (auto)regulación emocional el autoconcepto, la autoeficacia y la autoestima académica, son variables afectivas relevantes que median los procesos de enseñanza-aprendizaje en las y los estudiantes. Considerando estas variables inherentes a todo proceso educativo y el auge e impacto de la IA en el último tiempo, a través de herramientas tales como el ChatGPT, corresponde que como docentes nos preguntemos ¿cómo abordar las variables afectivas del aprendizaje al momento de impulsar el uso de estas nuevas herramientas tecnológicas?
La utilización de estas herramientas como ChatGPT, por parte de los estudiantes, podría, eventualmente, esconder algunos problemas vinculados a estas variables afectivas, como, por ejemplo, un bajo autoconcepto, baja autoeficacia, baja autoestima académica, temor al fracaso, excesiva motivación por la competencia, entre otros. Un estudiante que no confía en sus capacidades o en su conocimiento puede verse altamente tentado a utilizar ChatGPT para alcanzar el resultado esperado en una prueba. Lo mismo podría ocurrir con un alumno teme un bajo rendimiento por la opinión, o incluso por la sanción, que pueda recibir por parte de sus padres, pares o profesores. Utilizar esta herramienta sin considerar estos aspectos constituye un riesgo, dado que podría ocultar -a los docentes- problemáticas vinculadas a fenómenos tan relevantes en el aprendizaje, como son las variables afectivas y emocionales.
La promoción del ChatGPT, u otras herramientas similares, debe ir acompañado de un proceso formativo integral, que aborde sus riesgos y limitaciones -tal como lo han hecho ver sus detractores- y sus beneficios y posibilidades -algunas de ellas ya expuestas por sus defensores-. Sin embargo, este proceso formativo no puede limitarse a la herramienta y sus usos, sino que ha de considerar que esta es utilizada por niños, jóvenes y adultos, que se encuentran en todo momento, dispuestos de forma afectiva al mundo. Por ello, en el ámbito educativo, no podemos obviar esta dimensión humana comprometida en los procesos de enseñanza-aprendizaje y ello nos obliga a promover procesos educativos que consideren estas variables, manteniendo altas expectativas de nuestros estudiantes, pero a su vez diversificando y andamiando los procesos de enseñanza-aprendizaje.
No reconocer y no hacernos cargo de estas variables, podría generar dependencia por parte de los estudiantes a estas herramientas tecnológicas. Podría también, si no somos capaces de detectar a tiempo, acentuar la baja autoestima académica o, peor aún, invisibilizarla. Por ello, como docentes, debemos estar atentos. No vaya a ser que, por encandilarnos con la IA y su mundo de posibilidades, perdamos de vista las dimensiones humanas que se encuentran en juego en los procesos educativos.