Hace pocos días, en un comité especial de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, altos excolaboradores de servicios de inteligencia atestiguaron bajo juramento que habían conocido de primera fuente la evidencia de que ese gobierno tenía restos de naves con tecnología que no tenía un origen en inteligencia humana y que también había restos biológicos no terrestres. Además de sus declaraciones, ¿vimos alguna evidencia? Ninguna.
A pesar de la falta de pruebas, los medios de comunicación y las redes sociales se llenaron de titulares y “posteos” que aseguraban la presencia en la tierra de seres de otros planetas, que los OVNI eran naves de origen extraterrestres, y que el gobierno estadounidense había confabulado por décadas para ocultar esa información.
Es cierto que las películas y la literatura de ciencia ficción han ayudado a mantener ese tema siempre presente, pero ¿cómo es que de una declaración pasamos a pensar que hay una constatación irrefutable de un hecho?
Existe suficiente documentación confiable, registros precisos y evidencia contrastada que permite afirmar la existencia de conspiraciones relativamente recientes en la historia. Por ejemplo, que altos funcionarios del gobierno estadounidense idearon la existencia de ataques terroristas inexistentes desde Cuba para justificar una invasión a ese país, ataque de bandera falsa conocido como Plan Northwoods. O cómo la CIA actuó activamente para producir la caída de gobiernos de otros países, como ocurrió en Chile y el derrocamiento de Allende.
“Que las personas tengan una mayor tendencia a creer en conspiraciones no niega la posibilidad de que realmente estas puedan existir, pero está claro que en nada ayuda a una sociedad informada que no se exija un mínimo estándar de pruebas para confirmarlas”.
Yendo hacia el ámbito de la salud, por ejemplo, existe el caso del Estudio Tuskegee Syphilis, en el cual el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos estudió desde 1932 hasta 1972 la progresión natural de la sífilis en hombres afroamericanos, sin informarles adecuadamente ni proporcionarles el tratamiento requerido.
Sí, ha habido conspiraciones, actos concertados que por lo demás están definidos y tipificados en los códigos penales y pueden ser perseguidos. Pero asumiendo que podemos encontrarlas, ¿qué lleva a las personas a creer regularmente en que existen conspiraciones de todo tipo? Y, lo que es peor, que esas creencias impacten de forma real su vida y de otros con quienes interactúan cercana o remotamente.
Desde la psicología, los investigadores se han hecho la pregunta de si existen variables de personalidad que suelen hacernos más propensos a creer en teorías conspirativas y a difundirlas.
En un estudio meta-analítico publicado en 2023, en la revista científica Psychological Bulletin, y que incluyó 170 estudios que cubrían una muestra de casi 160.000 personas, los investigadores intentaron identificar qué caracteriza lo que llaman “mente conspiracional”. Según la revisión de los autores, las teorías conspirativas implicaban tres ingredientes principales: que existen conspiradores, que ellos tienen planes ocultos y que los mueven intenciones malignas contra otros o contra la sociedad.
Los hallazgos centrales son que a medida que las personas muestran una mayor percepción de amenaza y peligro, mayor desconfianza en las instituciones y la autoridad, más aversión a la incertidumbre, más niveles de paranoia y mayor presencia de un estilo de apego evitativo, veremos una mayor presencia de la ideación conspirativa, que es la tendencia a respaldar las teorías conspirativas.
Ahora bien, estas relaciones entre esas características psicológicas y el creer en conspiraciones pueden variar según el contexto. ¿Y qué motiva a que las personas adhieran a estas ideas conspirativas? Según los investigadores, hay dos tipos de necesidades en juego: comprender el mundo y encontrar explicaciones para eventos ambiguos o inciertos, y sentirse seguros y tener control en situaciones que pueden ser percibidas como amenazantes o inseguras.
Y es claro que el fenómeno OVNI es ambiguo, incierto, y puede generar inseguridad y ser visto como amenazante, es decir, se dan todos los ingredientes para que se generen conspiraciones de todo tipo.
Que las personas tengan una mayor tendencia a creer en conspiraciones no niega la posibilidad de que realmente puedan existir, pero está claro que en nada ayuda a una sociedad informada el que no se exija un mínimo estándar de pruebas para confirmarlas.
Como decía Carl Sagan, “para afirmaciones extraordinarias, se deben entregar evidencias extraordinarias”. Respecto de los extraterrestres, por lo menos en lo ocurrido en el congreso de Estados Unidos, solo hubo declaraciones. Quedamos atentos.
Dr. Patricio Ramírez
Docente Psicología UDD