La forma de evaluar impacta en el cómo se aprende y el cómo se enseña. Una buena evaluación hace pensar y resolver problemas de manera holística, integrando distintas áreas del saber, para llegar a nuevas soluciones. Desafía a los estudiantes a ir más allá de la repetición literal y atomizada. Una evaluación que involucra a los estudiantes en actividades significativas, relacionadas con problemas de la vida diaria o aquellos que enfrentarán en el mundo del trabajo, los motiva y compromete con su propio aprendizaje. Por otro lado, la evaluación obliga que la enseñanza sea coherente a ella: si la prueba solicita analizar y aplicar los contenidos, el profesor necesita ofrecer oportunidades en aula donde los estudiantes analicen y apliquen lo que están aprendiendo.
Tal como lo plantea la Prueba PISA de la OCDE, la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) busca evaluar competencias como un saber en contexto, donde los estudiantes demuestren lo aprendido, analicen y tomen decisiones basadas en evidencias. Se busca evaluar el aprendizaje a través situaciones problemas que resultan cotidianas, que exigen interpretar textos en distinto formato, discriminar qué conocimiento les son útiles para resolver un problema, analizar críticamente información y opciones de respuesta. Estos son principios que responden al movimiento de la evaluación auténtica: inyectar realismo a las aulas, dar sentido a lo que se aprende y demandar a los estudiantes la utilización de habilidades de pensamiento de orden superior. La memoria se pone al servicio del aprendizaje, como un medio para aprender, pero no es un fin en sí mismo.
Si al terminar su enseñanza media los estudiantes se enfrentan a una prueba con los fundamentos de la PAES, van a darse cuenta que no basta con aprender de memoria teorías, conceptos o fórmulas, sino su tarea es descubrir cuándo deben usarlas, cómo aplicarlas y para qué hacerlo. Los establecimientos educacionales y los docentes necesitarán dejar atrás las pruebas centradas en el reconocimiento y recuerdo de información para avanzar hacia evaluaciones que pidan análisis, aplicación y transferencia del saber. Las universidades, en el futuro, tendremos estudiantes que exhiban competencias de entrada de mayor complejidad, lo que será un incentivo para una docencia que responda al modelo de competencias por el que aboga la educación superior hace tiempo.
La orientación evaluativa de PAES es una buena noticia. Establece un estándar respecto a lo que significa aprender, generará cambios en las prácticas evaluativas y será un faro para el diseño de las pruebas de aula. En los años próximos, este cambio influirá en la forma de enseñar y aprender a nivel escolar y exigirá a los docentes universitarios evaluaciones más auténticas. Hasta ahora, vamos por buen camino.
Dra. Verónica Villarroel
Directora Laboratorio de Aprendizaje, Enseñanza y Tecnología (TeachLab)