¿Acaso es justo que personas que han vivido el cáncer (ya sean pacientes oncológicos o sus familiares) y que no tienen los recursos suficientes para pagar el cuidado de su salud mental tengan que procesar todo lo que esta bomba llamada cáncer les ha dejado sin ningún tipo de apoyo?
En junio se conmemora el mes del sobreviviente de cáncer infantil. Por eso quisiera reflexionar sobre este tema y lo que significa haber vivido esta enfermedad.
Una vez escuché la frase de alguien que no dejó de hacerme sentido debido a mi experiencia, y es que “el cáncer es como una bomba nuclear, ya que destruye todo”. Ciertamente esto es así, ya que no solo afecta a la persona enferma, sino que el cáncer es capaz de separar y destruir familias, dañar la salud física y mental para siempre, desmoronar hogares (transformándose el hospital en el nuevo hogar), acabar con la niñez de los niños y niñas e incluso, acabar con cientos de vidas todos los años, dejando cicatrices que no se borran nunca, especialmente en niños inocentes y con tanto por vivir, a quienes la radiación los destruye, la quimioterapia los debilita, y los largos tratamientos les generan un dolor que jamás olvidarán.
Como un sobreviviente de cáncer infantil, luego de haber pasado por esta horrible experiencia 4 veces durante mi niñez, y ya dado de alta hace varios años, con el paso del tiempo y la madurez de procesar todo lo que pasé en mi infancia, es que surge en mi la necesidad de reflexionar al respecto.
Al momento de vivir cualquier experiencia desde una edad tan temprana, cuesta entender todo lo que está pasando, sin embargo, los recuerdos e imágenes jamás se olvidan y a veces rondarán por la cabeza de quienes vivan la experiencia para siempre. Es increíble la potencia que el inconsciente tiene sobre la mente, esa capacidad de traer y quitar de manera intermitente imágenes, recuerdos, traumas y experiencias a la mente y afectar e influir en las personas tan fuertemente. Como el gran psicoanalista Carl Jung una vez dijo; “Las imágenes de Inconsciente ocupan una gran responsabilidad en el Ser Humano. La falla en entenderlas o evitarlas priva al Ser Humano de su totalidad”
Es tan increíble pensar cómo las experiencias y la mente logran determinar y afectar tan fuertemente a las personas. Imagínese entonces a todos los niños y niñas que años tras años son diagnosticados con esta brutal enfermedad, esta bomba nuclear que está a punto de explotar y que afectará su vida y las de su familia para siempre.
Como sobreviviente de cáncer infantil, y como estudiante de psicología, que quiero enfatizar la importancia de la salud mental hoy en día. Es un tema tan importante, tan esencial para la vida, y que a la vez, no se le toma el peso que corresponde. Actualmente, se garantiza el seguimiento de la salud de las personas que tuvieron cáncer infantil solo por 5 años, o dependiendo de cada centro de salud, hasta la mayoría de edad o 10 años de terminado el tratamiento. ¿Pero qué pasa con la salud mental? ¿Qué ocurre con aquellas personas que no tienen acceso a un psicólogo o un psiquiatra? ¿Acaso es justo que personas que han vivido el cáncer (ya sean pacientes oncológicos o sus familiares) y que no tienen los recursos suficientes para pagar el cuidado de su salud mental tengan que procesar todo lo que esta bomba llamada cáncer les ha dejado sin ningún tipo de apoyo?
Para alguien que jamás haya vivido una experiencia fuerte o traumática como la del cáncer infantil (o cáncer) será muy difícil lograr dimensionar el impacto que las fuertes experiencias pueden tener para la vida en si. Es por esto, que surge la necesidad de que tanto las autoridades, como el personal de salud, y la gente en general, comience a tomarle el peso a la salud mental y el bienestar emocional, ya que las experiencias generan emociones, y muchas veces esas emociones deben ser tratadas, especialmente las experiencias fuertes a una temprana edad como es el cáncer para los niños y sus familias.
Desde mi propia experiencia, tanto como alguien que padeció cáncer, como alguien que actualmente trabaja en la formación de la red nacional de sobrevivientes de cáncer, es que me doy cuenta de que el tratamiento y bienestar emocional deberían tener el mismo peso y consideración que el tratamiento de la salud física en las personas. Porque si bien los tratamientos de la enfermedad eventualmente llegarán a su fin, los malestares y efectos en la psique pueden perdurar mucho más allá, ya que el cáncer no se termina cuando se finaliza el tratamiento, sino que ahí recién comienza el largo camino de sanación.
Pablo Allard Méndez
Estudiante de quinto año de Psicología UDD Santiago
Co-fundador de la red nacional de sobrevivientes de cáncer infantil “Luz de Esperanza”y miembro de la red de sobrevivientes de Latinoamérica “Faros De Vida”.