Lucho nos dejó hace ya 6 años. Ha sido mucho tiempo para lo reciente que se siente. Su voz ya no se escucha en las aulas, tampoco sus pasos ni su música. El tiempo se va encargando de borrar nuestro paso material por el mundo, es inevitable. El encantamiento hipnótico de la rutina diaria a veces parece acelerar el olvido. Pero el olvido es solo una palabra.
La partida de Lucho ocurrió en su cúspide intelectual, venía de vuelta de tiempos oscuros y su lucidez era tan estimulante como asombrosa. Se fue cuando era el mejor amigo posible, el mejor padre, la mejor pareja, el mejor profesor, el mejor psiquiatra, el mejor escultor y pintor. Se fue cuando sus múltiples dimensiones eran al mismo tiempo un todo coherente y un caótico despliegue de personalidades. Nunca sabremos si Lucho era un humorista que en sus tiempos de descanso se dedicaba a la psiquiatría, o tal vez era un artista plástico que investigaba sobre la vida en pareja para alimentar su creatividad desbordada. Tal vez era un cocinero que pintaba y leía ciencia entre recetas. Presiento que así son las personas brillantes: existencias inefables, es decir que no se pueden poner en palabras y que escapan a las categorías.
En retrospectiva estos 6 años han estado marcados por grandes avances en la Universidad y, en especial, la Facultad de Psicología. La comunidad académica que hemos construido goza de madurez, complejidad y diversidad. ¿Cómo desconectar todos estos logros de la influencia y el sello que Lucho imprimó en nuestra forma de entender la psicología y trabajar en equipo? Sin duda, uno de sus legados más importantes, del cual participó e hizo partícipe a todos los que lo conocimos, fue la valoración sincera y profunda de la creatividad en todas sus expresiones. La facultad de Psicología hoy bulle en iniciativas, proyectos e innovaciones, tan amplias y al mismo tiempo coherentes como la paleta de colores con la que Lucho enfrentaba sus lienzos más desafiantes.
Hoy todos los integrantes de la Facultad somos herederos de esa misión y esa responsabilidad; cultivar y proteger la creatividad como el sello principal de nuestro espacio académico. Aunque a veces pareciera que olvidamos que ya no está, aunque su voz no despertará en la materialidad de nuestros sentidos, lo cierto es que sin quererlo cada avance, cada logro que alcanzamos como grupo, es inadvertidamente un homenaje a nuestro querido Lucho… el olvido es solo una palabra.
Dr. Jaime Silva
Profesor Titular
Facultad de Psicología
Universidad del Desarrollo