La Pandemia del Covid-19 ha traído a la vida humana una conciencia sobre los cambios y la incertidumbre de la vida, de los que comúnmente no hemos estado atentos, sintiendo como que vivimos en una mayor estabilidad. En este nuevo escenario, se nos hace evidente que hemos experimentado transiciones y transformaciones. Desde que nos enfrentamos a la realidad de esta pandemia, la recibimos con desinstalación, como una fuerte experiencia de incertidumbre. Nos impacta, no sabemos qué hacer, nos enfrentamos a un futuro totalmente nuevo y desconocido. Eso en un principio, pero prontamente vamos organizando nuevas formas de adaptación que nos lleva a re-instalarnos en estas nuevas formas de rutinas, de vida laboral, de relaciones sociales. Eso incluye replantearnos definiciones de esta realidad, de nuestro entorno y de nosotros mismos tanto a nivel individual, privado, pero también a nivel público y como sociedad. Somos participantes activos de ese proceso de reflexión colectiva.
Ésta es una capacidad que tenemos como seres humanos, gracias a ella nos hemos adaptado durante milenios y en el transcurso podemos identificar grandes hitos de transformaciones importantes como verdaderas rupturas de nuestro devenir, mientras perdemos de vista aquellos cambios más tenues.
Esta situación de Pandemia, sin duda va a ser registrada históricamente como un hito de gran ruptura, en primer lugar por su carácter universal, como un hito vivido globalmente. En ese sentido nos impacta y nos involucra a todos. Ese proceso es universal, en cuanto a que se han activado nuestras acciones hacia la adaptación, la resignificación y la búsqueda de los sentidos de nosotros y de nuestro entorno. Sin embargo, aquello que se vive, el significado que se atribuye, responde a las particularidades de los grupos y de los individuos. En ese sentido Byun-Chul Han, en entrevista al Diario El País, se refiere a que no podemos considerar que la pandemia sea un hito democrático. No nos afecta a todos por igual. Tampoco todos regulamos la experiencia de incertidumbre de la misma forma. Hay una diversidad en las personas y los grupos respecto a las formas en que van experimentado estas transformaciones en sus experiencias interpersonales y psicológicas. Algunos se han visto muy afectados por el aislamiento, sufriendo efectos muy negativos a nivel de su percepción de la vida, y de sus relaciones consigo mismos y con los otros. Mientras otros desarrollan forma de nuevas relaciones con otros y consigo mismos, a la vez que se sorprenden de transformaciones que en otras condiciones no habrían podido alcanzar, valorando esta oportunidad. Muchos se sienten más plenos, más humanos, especialmente respecto de su vida familiar.
En las familias, hemos visto algunas parejas implementando formas de coordinarse en tareas domésticas y de crianza, como también de reencontrarse. Especialmente, experimentando la fragilidad de las relaciones, lo que demanda estrategias de cuidados mutuos y de atención a las necesidades y percepciones de cada cual, generando formas de comunicación nuevas, que exige la vida de la transición por su carga de nueva monotonía y de imposibilidad de distanciarse. Por otra parte, también persisten y se intensifican diferencias de género con alta carga para muchas mujeres, lo cual incide en las mayores tasas de consultas por salud física y mental. A su vez conocemos del agravamiento de la violencia de género en este tiempo, como así mismo, situaciones de violencia intrafamiliar, con mayores consecuencias para sus adolescentes.
Por otra parte, las relaciones sociales han sufrido una pérdida importante en las vidas de las personas, privilegiándose los grupos de pertenencia íntimos, donde la familia ocupa el primer plano y luego las relaciones laborales. Quedan otras relaciones sociales más postergadas. Esto puede significar importantes pérdidas para niños y adolescentes por la relevancia que tienen los pares en su desarrollo.
Como señalé al principio estas transformaciones alcanzan considerablemente en el espacio de la relación consigo mismo, lo que se manifiesta igualmente en rangos de variación desde personas que han sufrido intensamente el impacto emocional de estar en aislamiento desde la dificultad de relacionarse consigo mismos y tolerar espacios de soledad. Mientras están los que redescubren formas nuevas de relación consigo mismos, crean nuevos espacios personales y disfrutan momentos de ocio en los cuales realizar actividades innecesarias, es en si una experiencia positiva y de crecimiento.
Desde la perspectiva de las emociones y las sensibilidades, las debilidades quedan expuestas. Organizamos formas de apoyo, de contención, de cuidado y auto-cuidado. Entendemos más que antes la importancia del descanso y del bienestar. Proceso de alta inestabilidad como éste, se viven desde una sensibilidad activada. Estamos despiertos, alertas, atentos. Este tiempo no se nos va a olvidar, porque es único y porque se renueva lejos de nuestros intentos de programarlo o predecirlo. Se despiertan las sensibilidades, los sentidos, las percepciones y nuestras necesidades de afectos. Estamos más atentos atentos y receptivos que antes a los gestos de nuestros escasos seres cercanos, aquellos que hemos limitado como nuestro circuito, y de su cuidado hacia nosotros. También estamos activos y atentos de cuidarlos a ellos.
Dra. María Elisa Molina
Directora Unidad de Investigación en Procesos Relacionales y Psicoterapéuticos (UNIR)
Psicología, U. del Desarrollo