E l 26 de noviembre del 2014, un lanza que había amenazado con un cuchillo a un anciano, fue detenido, golpeado, desnudado y amarrado con papel plástico a un poste por una turba de indignados transeúntes que clamaban por justicia.
El tipo quedó atrapado en la esquina de Bandera con Agustinas, a merced de quien quisiera grabarlo o insultarlo. Algunos, incluso, subieron el ataque a YouTube.
Cuando llegó Carabineros, fue liberado gracias a una tijera.La detención ciudadana, como se le bautiza a este tipo de linchamientos, impactó a mucha gente, como al cineasta Felipe Gálvez, quien en enero del 2017 armó un elenco de seis actores, entre ellos Roberto Farías (“El Club”), para dramatizar aquel episodio en la Plaza de Armas.
Respecto a la reacción de los transeúntes, el Dr. Francisco Ceric, investigador del CARE de Psicología UDD afirmó que «ante la sensación de injusticia o amenaza se activa el sistema límbico en el cerebro, lo que produce una reacción en cadena a nivel fisiológico que pone al cuerpo en modo combate con dos objetivos en mente: atacar al agresor o huir.
“A nivel cerebral ocurre una activación muy fina de la dopamina, un neurotransmisor que tiene que ver con la recompensa de las cosas.
El hecho de ser validado por un grupo, por pillar a un ladrón y darle su merecido, nubla el juicio racional y deja que se busque la recompensa del resto”, ilustra el jefe del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad del Desarrollo.