Salinas fue consultada como fuente experta para el reportaje publicado en la edición de enero de la tradicional revista penquista.
Diversas situaciones que se han hecho públicas en los últimos meses, motivaron al equipo periodístico de la Revista Nos a investigar sobre el «voyerismo». «Qué piensan, cómo actúan y qué sienten los voyeristas es lo que intentamos aclarar en este reportaje», así comienza este artículo que se basa tanto en la denuncia de espionaje realizada por integrantes femeninas de la Armana, como en el libro de Gay Talese: «El motel del vouyer».
«La sinopsis podría ser así: finales de los ‘60 en la localidad de Aurora, en Colorado, Estados Unidos. Gerald Foos, un hombre de mediana edad, padre de dos hijos y con un segundo matrimonio a cuestas, compra un motel en la ciudad. Un negocio común para cientos de norteamericanos. Sin embargo, sus intenciones distaban de ser normales.
Ello, porque el Manor House Motel no era un lugar cualquiera, sino que se trataba de un hospedaje donde los clientes eran espiados para observar sus conductas sexuales a través de falsos ductos de ventilación usados por Foos en soledad o en compañía de su esposa. Una práctica que se prolongó durante más de dos décadas y de la que el hombre llevaba un diario secreto que en 1980 hizo llegar al periodista y escritor Gay Talese, donde describía lo que hacían y además veía en las habitaciones de su motel». De esta forma, el reportaje contextualiza la historia.
Respecto a esta conducta, la directora del SPI y psicóloga, Ana María Salinas, aclara que es importante diferenciar el tener conductas voyeristas con padecer un trastorno propiamente tal, debido a que este último ya sería una parafilia. “Todos en general tenemos algunos aspectos voyeristas y todos tenemos también algunos aspectos de morbo”, manifiesta Salinas, aunque asegura que el voyerismo como parafilia se da en una frecuencia bastante baja, ya que “somos capaces de modularnos en función de lo que es socialmente aceptado, del respeto por el otro y de lo que es positivo para uno y, en general, todos ponemos bien esos límites”, explica.