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#Opinión El Mostrador | Despacito por las piedras: reflexiones a propósito de la reducción de la jornada laboral

El efecto de una reducción gradual de las horas trabajadas es tolerable por la industria y, lamentablemente, puede pasar sin pena ni gloria para la experiencia de los trabajadores.

Se ha mencionado en los medios que con esta medida se espera mejorar la calidad de vida de los trabajadores, sin embargo, esta hipótesis incuba una relación espuria y una interpretación apresurada de causas y efectos… debe entenderse que no por mucho madrugar se amanece más temprano. El detalle es que se da por hecho que: a menos horas trabajadas, más calidad de vida. Aquí las investigaciones indican que el salto entre la cantidad y la calidad no es tan directo porque hay múltiples variables que intervienen en esta relación. Con tantos pelos en la leche solo podemos asegurar que habrá más tiempo disponible para los beneficiados y la pregunta que surge de eso es ¿para qué? Como no todo lo que brilla es oro, la idea de ocupar el tiempo en contarles cuentos a los niños en una cultura de pantallas de una sociedad que prefiere tener mascotas, es algo que queda como pollo en corral ajeno. Lo más probable es que dediquemos ese tiempo a revolcarnos en la densidad del tráfico, incluso para quien busca escapar de la ciudad.

Quien inventó el jeans day detesta los uniformes y quien inventó el viernes day elude trabajar. La modernidad nos ha dado individuación, ¡uyuuy!, pero nos ha quitado identidad… No hay bien que por mal no venga… o ¿era al revés?… Hemos perdido el orgullo de los artesanos Zapata, Herrera y Alfaro y tantos otros apellidos-oficio y con ellos extraviamos el sentido que el trabajo tiene para la identidad y el bienestar humano. Las filosofías orientales han sido incapaces de resolver esa brecha y a medida que la inmaterialidad y las máquinas reemplacen los oficios, tendremos horas para el ocio, para el emprendimiento, las pantallas y las drogas. Y para mal de muchos, ni siquiera tendremos la tradicional chiva de la pega cuando las cosas van mal en casa.

La reforma de la educación quedó a medio morir saltando porque el aumento de cobertura e infraestructura fueron logros cuantitativos que no trajeron más calidad educativa.

Hasta ahora, la sospecha es que muchas de las empresas que han adjudicado certificación por jornada reducida solo han formalizado beneficios concedidos previo a la reforma y que solo favorecen a una fracción de sus dotaciones. Eso no quita mérito, no se trata de gato por liebre, pero confirma la tesis del piano piano.

Otro hallazgo de la investigación es que la reducción de jornada no aumenta la productividad, pero una expansión de jornada decrece los resultados. Esto se debe al factor agotamiento, que opera por sobre las 45 horas trabajadas. Este estancamiento en la productividad hace que la industria se desinterese por la reducción de jornada laboral, sabiendo que, una vez más, tendrá que pagar el pato, porque no da lo mismo las grandes que las pymes y en esto no conviene tirar de chincol a jote.

Para facilitar un mejor salto de la cantidad a la calidad, sería recomendable acompañar la reforma de la jornada laboral con algunas medidas que apunten a la mejora de algunas de esas muchas variables intervinientes entre trabajo y bienestar. Y como la esperanza es lo último que se pierde, mencionaré para los legisladores aquellos factores que la ciencia ancestral identifica como más importantes para la calidad de vida y que sería de cajón construir para un Chile mejor. Se trata de salud, dinero y amor.

Dr. Pablo Cea

Investigador y profesor UDD