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#Prensa Bío- Bío Chile – La ciencia lo dice: el estrés hace más daño a personas con este tipo de personalidad

Dado el contexto de pandemia mundial, y la consecuente alteración en nuestra forma y modo de vida, no es extraño pensar que la gran mayoría de las personas ha visto un aumento en sus niveles de estrés.

Y es que tener una oficina virtual, en la cual a veces se tiene la sensación de “trabajar todo el día”, sumado a la crianza y educación de los hijos 24/7 y a la inexistencia de las redes de apoyo con las que normalmente contamos… Todo ello impacta de sobremanera en la forma en que lidiamos con estos altos niveles de tensión.

Sin embargo, y pese a lo que pudiera pensarse, el estrés es vivido de forma distinta por cada persona. Hay quienes saben manejarlo o lidiar con éste, mientras otros sucumben a las situaciones agobiantes que lo provocan y viven en una constante “pesadez” mental y física.

El estudio que lo cambió todo

En 1950, los cardiólogos estadounidenses Meyer Friedman y Ray H. Rosenman se encontraban estudiando la influencia del colesterol en las enfermedades cardíacas, cuando una brillante información anexa cambiaría el rumbo de su investigación.

Una secretaria de la oficina de los profesionales les hizo una observación que los dejaría intrigados. Ella notó que, “a diferencia del resto de los pacientes, las personas con enfermedad coronaria no solían llegar tarde a las citas y preferían sentarse en sillas tapizadas en lugar de elegir las más suaves o los sofás”, señaló Rosenman en entrevista con el Instituto Americano del Estrés.

“Esas sillas también tenían que ser tapizadas más a menudo que las otras porque los bordes frontales se desgastaban rápidamente. Los pacientes que miraban sus relojes con frecuencia y actuaban con impaciencia cuando tenían que esperar, generalmente se sentaban en los bordes de las sillas de la sala de espera y tendían a dar un salto cuando les llamaban para el examen”, agregó el experto.

Tras la observación, los cardiólogos siguieron investigando las pistas y hallaron una relación entre la propensión a sufrir enfermedades cardiovasculares y tener presión alta con ciertos rasgos personológicos. Es decir, encontraron correlaciones entre la variable fisiológica de una persona y su conducta, personalidad y carácter moral.

Para darles forma, resumieron dichos rasgos en lo que denominaron “Personalidad Tipo A”, que en términos muy generales está representada por individuos que reúnen tres características: son competitivos, viven bajo una sensación de urgencia y tienden a ser hostiles. Todos, rasgos de personalidad que aumentan la vulnerabilidad ante el estrés.

Aunque los cardiólogos se limitaron a relacionar la respuesta al estrés con las enfermedades del corazón, en la actualidad su clasificación se ha retomado y conceptualizado bajo un conjunto de respuestas conductuales al cual se le conoce como Patrón de Personalidad Tipo A (TABP, por sus siglas en inglés).

Personalidad tipo A
Según detalló la web especializada Psicología y Mente, estos son los rasgos de un individuo que tiene una Personalidad Tipo A:

  1. Son competitivos: Ve al mundo como una lucha. “El TABP se caracteriza por una tendencia a la competitividad, lo que hace que la persona sea siempre autocrítica y que busque alcanzar sus objetivos por la propia satisfacción de cumplirlos, más que por el hecho de disfrutar del proceso. Es decir, la competitividad se relaciona con experiencias constantes de éxito, porque implica una personalidad disciplinada y permite cumplir objetivos, pero también puede ser un generador de estrés permanente”, señaló la página.
  2. Viven con una sensación de urgencia: es decir, en una verdadera carrera contra el tiempo. “Se trata de una personalidad que parece estar siempre ‘contra reloj’, con una sobrecarga de trabajo y con una necesidad permanente de cumplir reglas y horarios. Son personas que hacen muchas cosas al mismo tiempo y siempre ‘a tiempo’, por lo tanto, los momentos que no se consideran como ‘productivos’ pueden generar mucha ansiedad. Por lo mismo, suelen ser personas impacientes que se involucran mucho en sus actividades laborales y que tienden a reaccionar de manera exagerada en algunas ocasiones, por ejemplo, cuando las cosas no salen tal como han sido planeadas”, indicó la web.
  3. Tienden a ser hostiles: sintiéndose desbordados por la presión. “La característica anterior se relaciona con que la persona frecuentemente resalta más lo negativo que lo positivo de los demás y de las circunstancias, desarrollando frustración constante, e incluso falta de empatía, o en el peor de los casos un comportamiento agresivo. La consecuencia es que la persona es casi siempre percibida como alguien hostil o que siempre está enojada.

En suma, la Personalidad Tipo A implica una orientación al éxito con una tendencia a la competitividad, un sentido de urgencia y poca tolerancia a la frustración. Suelen ser personas ambiciosas, extremadamente trabajadoras y exigentes que se comprometen con varias actividades a la vez, las cuales consideran urgentes y por lo mismo generan tensión constante”, agregó el sitio.

Precisamente, esta tendencia a reaccionar con hostilidad provoca cambios sustanciales en la actividad del sistema nervioso simpático, lo cual genera un aumento de la tensión muscular, la presión arterial, la frecuencia cardíaca y neurotransmisores como el cortisol y la adrenalina, según comprobaron investigadores del University College de Londres citados por Yahoo!.

Personalidad Tipo B

Mientras realizaban su investigación, Friedman y Rosenman descubrieron que no todas las personalidades eran iguales ni encajaban en su descripción de Personalidad Tipo A. Por ello, abrieron el espectro y detallaron una Tipo B y subtipos de ambos (A-1, A-2; B-3, B-4).

En este sentido, calificaron a las personalidades Tipo B en el extremo de las Tipo A: “Las personas de personalidad Tipo B se caracterizan por ser tranquilas y pacientes; aunque aparentemente son menos productivas, se toman el tiempo de reflexión para una mayor calidad y toma de decisión pausada; suelen presentar un alto grado de adaptabilidad y no muestran demasiada resistencia al cambio; tienden a la introversión; sus actos son calmados, hablan sin prisa y sus gestos reflejan tranquilidad. Muestran sensibilidad y empatía hacía los demás, pudiendo en ocasiones olvidar sus propias necesidades o derechos. Debido a estas características, los individuos de tipo B son descritos, a menudo, como apáticos y desinteresados por las personas del tipo A”, declaró Alexandra Crettaz, psicóloga especializada en Terapia Clínica con adultos y miembro de la Clínica Albea de España.

Cabe señalar, que dadas las investigaciones que siguieron después de los estudios de Friedman y Rosenman, en la actualidad se reconocen cuatro patrones de personalidad: el Tipo A, el Tipo B, el Tipo C y el Tipo D.

El estudio chileno

Un estudio publicado en 2017 en la prestigiosa revista Psychoneuroendocrinology, liderado por el doctor chileno en psicobiología, Dr. Jaime Silva, director del Doctorado en Ciencias del Desarrollo y Psicopatología (DCDP), reforzó el hecho de que la reacción frente al estrés es diferente según el tipo de personalidad.

La investigación, aplicada a un grupo de 101 jóvenes de alrededor de 20 años y oriundos de Santiago, arrojó que las personas más introvertidas tienen una respuesta fisiológica muy intensa frente a situaciones estresantes, la que se manifiesta por ejemplo en una mayor liberación de cortisol, conocida como la hormona del estrés.

“Ellos son ‘corporalmente’ muy sensibles a las adversidades, problemas y dificultades. Sin embargo, cuando se les pregunta cómo se sienten, tienden a minimizar lo que experimentan físicamente”, indicó Silva, quien se desempeña como psicólogo de la Clínica Alemana y académico de la Universidad del Desarrollo.

Por el contrario, aquellos más extrovertidos reaccionan de forma opuesta: su respuesta corporal al estrés (fisiología) es mucho menor y más atenuada, pero al expresar o comunicar esta sensación, lo hacen de forma exagerada.

“Hemos demostrado que la personalidad no incide solamente en cómo uno responde fisiológicamente al estrés, sino que también afecta el modo en que este se comunica a los demás. Es así como las personas introvertidas expresan mucho menos su sensación de estrés que los extrovertidos, quienes -por el contrario- amplifican más lo que les ocurre”, precisó el académico.

Alcance del estudio local

Silva afirmó que, desde la perspectiva clínica, este trabajo puede ser un aporte en el manejo de trastornos psicológicos como la depresión o la ansiedad, ya que la manera en que se abordan estos casos depende en gran medida de lo que los pacientes son capaces de comunicar al especialista que los trata.

Al respecto, el autor comentó que “considerando los resultados obtenidos, se podría deducir que consultan más al psiquiatra o psicólogo las personas extrovertidas que las introvertidas. Sin embargo, es posible que estas últimas acudan más a otras especialidades médicas, porque todas esas emociones no expresadas se pueden somatizar y convertir en síntomas físicos, como trastornos gastrointestinales, cefaleas, problemas cardiovasculares o en la piel, entre otros”.

Sin duda, éste y otros trabajos del área abren un sinnúmero de posibilidades en el campo de la psicoterapia y el estudio del estrés en seres humanos. Todo, con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas que actualmente se sienten desbordadas por este tipo de tensión.

¿Cómo saber cuándo acudir a un especialista?

Si te sientes en un punto en el que el estrés no te deja vivir en paz, es probable que sea el momento de ponerte en contacto con un psicólogo.

De acuerdo a la web Chile Psicólogos, existen diversas situaciones cotidianas que nos pueden causar esta tensión: el estrés laboral, familiar, de pareja o de desarrollo personal, por nombrar algunos.

En el caso del estrés laboral, éste puede estar ligado a enfrentar un nuevo trabajo -adaptarse a nuevas personas, nuevas tareas, nuevos trayectos, etc.-; una carga laboral excesiva, que a veces es nueva y debemos aprenderla; períodos críticos en donde hay que tener informes, cerrar cuentas, etc.; o acoso laboral, entre otras.

En cuanto al estrés familiar, se puede vivir con la separación de los padres; cuando los hijos viven su adolescencia; cuando existen peleas o diferencias importantes dentro del grupo familiar; una enfermedad y cuidado de uno de los miembros de la familia; la muerte de un miembro del grupo familiar; violencia intrafamiliar; o cesantía.

Sobre el estrés en pareja, ocurre cuando hay peleas o diferencias importantes; celos y/o desconfianza en el otro; dificultades en la vida sexual -disfunción sexual, baja del deseo, anorgasmia, etc.-; autoexigencia en términos económicos; miedo a que la relación se acabe; búsqueda de concebir un hijo; otros.

Finalmente, en cuanto al estrés por el desarrollo personal, puede producirse por la dificultad de conseguir el éxito deseado; crisis existencial o de algún hito propio del ciclo vital; ¿Quién soy, qué quiero, para dónde voy?; cesantía, endeudamiento y dificultad para pagar las cuentas; insatisfacción con la imagen corporal o monitoreo constante del cuerpo; sentir que “nunca es suficiente”; entre otros.

Según lo descrito en la web, “cuando sientes que todo se viene cuesta arriba, cuando te sientes solo o que no hay otra persona que entienda lo que sientes, cuando estás viviendo un peligro como situaciones de violencia o abuso o cuando sientas cualquiera de la sintomatología” -sensación de pesadez corporal, dolor de cuello y hombros, sueño, caída del cabello, irritabilidad, dolores y problemas estomacales, entre otros-, es momento de consultar con un especialista.

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