En la última década el cruce entre ciencia y sociedad ha impulsado importantes cambios tecnológicos, pero también sociales y culturales. Hoy por hoy la Psicología contribuye con evidencia científica a debates de interés público, tradicionalmente resueltos desde el mundo de la ideas y la argumentación. Hoy conocemos cómo es que nuestra arquitectura neuro-cognitiva sustenta el surgimiento y desarrollo de fenómenos de relevancia social, tales como el prejuicio sobre cierto grupo humano, la empatía que desplegamos frente a una situación dolorosa, y/o la manera en que regulamos nuestros pensamientos frente a un momento de stress – como la pandemia –, y así un largo etcétera.

Científicos interesados en el comportamiento humano nos enseñan que es natural de nuestra especie presentar una inclinación a vincularnos con otros; un comportamiento gregario que hace sólo unos millones de años atrás aseguró nuestra sobrevida en la tierra, y que hoy no parece ser un aspecto irrelevante. La necesidad por establecer un vínculo con terceros: entre padres e hijos, parejas, entre alumnos y profesores, entre desconocidos, e inclusive en el diálogo interno que tenemos cada día con nosotros mismos, denota que – de cierto modo –presentamos un modo regular y predecible de comportarnos y reconocernos en otros. Tal carácter social e intersubjetivo es factible de ser investigado en contextos de laboratorio. Los psicólogos experimentales buscan generar ambientes artificiales donde reproducir la conducta a investigar, y de esta forma entender sus mecanismos subyacentes, así como también ponderar otros factores que pudiesen explicar su aparición y/o incidir negativamente en ella. En definitiva, hoy por hoy la Psicología tiene algo que decir respecto a cómo es que los individuos construyen la representación de un mundo social, y a partir de esto es que parece razonable incorporar al debate público a científicos cognitivos.

Emprender la aventura de estudiar el comportamiento humano, es también un intento por dar respuestas científicas a interrogantes de la vida cotidiana: ¿cómo es que los individuos regulan su comportamiento ante una etapa de stress? ¿cómo es que los alumnos reconocen en sí mismos no entender lo expuesto por el profesor? ¿cómo es que cierto sujeto predice cómo es que se comportará un tercero, una pareja, un padre, un hijo, un desconocido, etc? En definitiva ¿cómo es que logramos construir una imagen del mundo social que nos permite comportarnos de manera regular y eficiente en él? Estas interrogantes están en el origen de la historia de la Psicología, en tanto disciplina científica; lo que en un contexto más amplio conocemos hoy como Ciencias Cognitivas.

Las Ciencias Cognitivas constituyen un campo interdisciplinario, el cual a través de una posición conceptual y metodológica compartida, se propone el estudio de los fenómenos mentales a través de la descripción de los procesos neuro-cognitivos subyacentes. En este contexto, las Ciencias Cognitivas postulan que la comprensión de la relación mente/cerebro/sociedad implica una aproximación multinivel, donde la interacción en diferentes capas promueven un aumento de complejidad en la explicación del fenómeno. Así, las ciencias cognitivas consideran modelos y técnicas provenientes desde la psicología y neurociencia cognitiva, la filosofía de la mente, lingüística cognitiva e inteligencia artificial.

El Laboratorio de Ciencias Cognitivas (CogSci Lab), inaugurado el año 2016 y alojado en la Facultad de Psicología UDD y asociado al Centro de Apego y Regulación Emocional (CARE), busca ser un foco de producción y divulgación científica en temáticas relacionadas a la cognición, en general, y a la capacidad (meta)-cognitiva en particular. A su vez, CogSci-Lab participa de diferentes instancias formativas de la UDD, tanto en seminarios, congresos y paneles de discusión, como también en cursos de pre-grado, máster y doctorado.

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Gabriel Reyes, Ph.D.
Assistant Professor of Cognitive Science,
Cognitive Science Lab. Universidad del Desarrollo, Santiago, Chile.