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DIRECTOR DEL DCDP SE DIRIGE A LA COMUNIDAD ACADÉMICA

Hace unos días, el consejo de Conicyt llama acertadamente a pensar una ciencia al servicio del país. Es importante recordar, en ese marco, que la ciencia como cualquier otra actividad humana deriva sus formas y facetas del contexto social en el cual se inserta.

El modelo neoliberal, que parece haber alcanzado un estadio inviable en Chile, ha ejercido enorme influencia en lo que hoy entendemos como ciencia de calidad. No sólo eso, también la forma en cómo los investigadores pensamos nuestra carrera académica e incluso la manera en cómo nos relacionamos con otros investigadores y las instituciones que nos albergan, está fuertemente moldeada por ese “espíritu de la época” (Zeitgeist).

Hoy vivimos una ciencia individualista, centrada en productos más que en procesos,  en resultados concretos -aplicados- más que en generación de conocimiento. Efectivamente, hoy los investigadores somos clasificados según el número de artículos que publicamos, el impacto de esos manuscritos, número de proyectos ganados, patentes inscritas, etc., todo con finas y severas métricas. Esto ha dado paso a una actividad muy competitiva y solipsista que ha eliminado -sin saberlo- los contenidos más valiosos del oficio de investigador: La curiosidad científica, el anhelo de conocimiento, la colaboración desinteresada. En el camino, se ha devaluado la ciencia básica, las ciencias sociales, la filosofía y la promoción de la búsqueda de conocimiento como virtud humana. 

La ciencia chilena está lejos de la edad provecta, empalidece cuando se compara con la experiencia y desarrollo de otros países, pero hoy tiene la oportunidad de re-pensarse y reformularse desde sus principios básicos. Esto necesariamente tiene que derivar en hacernos la pregunta por la colaboración, el respeto mutuo, el desarrollo colectivo y la valoración de un espectro más amplio y heterogéneo de ciencias. La excesiva cultura del “¿para qué sirve? nos ha alejado demasiado de nuestra necesidad humana de preguntarnos ¿por qué? 

El espíritu que hemos querido transmitir en el Doctorado de Ciencias del Desarrollo y Psicopatología, transita inevitablemente por estas mismas aguas. Sin embargo, -y por contraparte- desde la creación misma del programa nuestros esfuerzos como académicos e investigadores se enfocaron en proveer de un entorno colaborativo, centrado en la integración de voces diversas y en la creación de conocimientos sustancial en base a la interacción de líneas de investigación. Nuestra propuesta de acogernos a un marco de referencia (la mente interpersonal) como pretexto para elaborar preguntas estimulantes para un amplio espectro de investigadores cobra mayor sentido y relevancia a la luz de los acontecimientos. Si bien a ratos somos indistinguibles de la cultura científica que nos sirve de telón de fondo, es cierto que también hemos tenido la visión de fomentar la búsqueda de conocimiento con sentido, foco, valor social y relevancia teórica. 

Como investigadores del comportamiento humano en el ciclo vital, conscientes del carácter interpersonal de la mente humana, estamos llamados a continuar esta senda y perfeccionarla. En los próximos meses debemos profundizar nuestra consciencia sobre el rol social que nuestros programas de investigación tienen, donde deberíamos, sin olvidar la responsabilidad de expandir nuestro conocimiento científico, buscar mecanismos y métodos para establecer lazos con la comunidad y potenciar nuestro aporte al entorno nacional en su amplio espectro. Las posibilidades son múltiples y las limitaciones solo acotadas a la fuerza de nuestra creatividad y propositividad. 

Querido/as académico/as y estudiantes del doctorado, los invito entonces a pensar en el futuro de nuestro doctorado a la luz de nuestra trayectoria y a la altura de los desafíos que el presente nos exige.

Jaime Silva Concha.