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La importancia de los factores específicos e inespecíficos en la psicoterapia infanto-adolescente | Reflexión


Dr. Pablo Vergara Barra
Investigador Laboratorio Condicionantes de Salud Mental y Psicoterapia



La psicoterapia en niños, niñas y adolescentes constituye un proceso complejo donde confluyen múltiples variables que determinan su eficacia. A menudo, la discusión gira en torno a qué elementos son más relevantes para el éxito del proceso terapéutico: los factores específicos, relacionados con técnicas y modelos particulares, o los factores inespecíficos, aquellos elementos comunes presentes en cualquier intervención psicoterapéutica. Ambas perspectivas, lejos de ser excluyentes, son complementarias y necesarias para comprender la complejidad del cambio psicoterapéutico en esta población.

Por un lado, los factores específicos están vinculados a las técnicas y estrategias específicas de una terapia determinada. En el contexto infanto-adolescente, estas técnicas se adaptan a las particularidades del desarrollo y del lenguaje propio de la niñez y la adolescencia. Por ejemplo, en un enfoque cognitivo-conductual, las intervenciones centradas en reestructuración cognitiva, técnicas de exposición o entrenamiento en habilidades sociales resultan claves para trastornos de ansiedad o trastornos depresivos. De la misma forma, la terapia de juego y las intervenciones narrativas resultan específicas en contextos donde el niño/a tiene dificultades para simbolizar o verbalizar sus experiencias emocionales.

Los estudios contemporáneos sobre psicoterapia han destacado la relevancia de los factores inespecíficos como pilares del cambio terapéutico. Estos incluyen la calidad de la alianza terapéutica, la empatía del terapeuta, la motivación del paciente y el contexto de apoyo proporcionado por la familia. La alianza terapéutica ocupa un lugar central: es el vínculo que se construye entre el terapeuta y el niño/a o adolescente, y representa una base segura desde donde explorar emociones que les cuesta integrar dentro de su significado personal o conflictos relacionales. En poblaciones infanto-adolescentes, esta alianza no solo incluye al paciente, sino también a los padres, madres y/o cuidadores, quienes juegan un rol clave en el proceso terapéutico. Además actores como la expectativa de cambio y el contexto de seguridad emocional generado en la psicoterapia actúan como catalizadores del proceso. En muchas ocasiones, un niño/a o adolescente mejora no solo por la aplicación de una técnica específica, sino por sentirse escuchado, validado y comprendido en un espacio que promueve su autonomía y bienestar.

En definitiva, la dicotomía entre factores específicos e inespecíficos se disipa cuando reconocemos la complejidad del proceso terapéutico. La eficacia en psicoterapia infanto-adolescente no depende únicamente de la aplicación precisa de una técnica o modelo, sino también de la capacidad del terapeuta para construir una relación significativa y adaptar la intervención a las necesidades particulares de cada niño/a o adolescente. Así, se vuelve esencial comprender y valorar ambos factores, permitiendo que la psicoterapia sea no solo un espacio de intervención, sino también un lugar de transformación genuina y reparadora para las generaciones más jóvenes.