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Reseña literaria: Obras escogidas, Norbert Lechner

El libro Obras escogidas, Volumen 1 de Norbert Lechner pertenece a la Editorial LOM publicado el año 2003. (592 páginas).

Lechner llega al país para quedarse en 1971, con algo más de 30 años. A partir de entonces, su creciente actividad intelectual se centrará fundamentalmente en los asuntos de Chile y Latinoamérica, al punto de permanecer en el país tras el golpe militar. En tal contexto, será expulsado de la Universidad Católica e integrado a la FLACSO. Poco antes de su muerte –acaecida el 2004– se le otorga la ciudadanía chilena por gracia.

Este primer volumen de las Obras escogidas incluye cuatro libros de Lechner: La crisis del Estado en América Latina, publicado en 1977; La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado, publicado en 1984; Los patios interiores de la democracia (cuya fecha original de publicación queda en dudas); y Las sombras del mañana. La dimensión subjetiva de la política, publicado en 2002.

Tales libros son precedidos de un brevísimo prólogo de Paulina Gutiérrez y Tomás Moulian, en el que adelantan para el segundo volumen la incorporación de La Democracia en Chile, el primer libro del Lechner, publicado en 1972, además de una recopilación de artículos y entrevistas producidos entre los años 1973 y 2004. Además, aprovechan de indicar el alejamiento del autor respecto a los grandes marcos interpretativos y su interés en las experiencias de subjetivación política.

En esta ocasión, me referiré al último de los libros incluidos en el volumen: Las sombras del mañana. La dimensión subjetiva de la política. En este libro el autor indaga respecto al modo en que las emociones, creencias e imágenes con las que nos orientamos en la vida cotidiana, poseen implicancias en el orden y en la democracia, lo que denomina la carga subjetiva de la política.

El libro se compone de 6 textos.

El primero aborda la naturalización de lo social, es decir, el modo en que la sociedad aparece como un hecho sustraído a cualquier intervención deliberada de los hombres. Para ello, Lechner recuerda la “contribución” de las ciencias sociales a este proceso de objetivación de lo social y des-subetivización de la reflexión, al expulsar de la investigación social –bajo el imperativo de la metodología neutral– la subjetividad de las personas, sus valores y emociones. De modo que cualquier otro juicio carecería de legitimidad científica (y prontamente de cualquier legitimidad). Otro de los elementos tratados en este primer texto lo constituye la desmaterialización de lo social, donde lo real ya no es un asunto de conocimiento, sino de interpretación. Y la interpretación de lo social estaría sujeta a la multiplicidad de códigos que compiten entre sí. Esto alimentaría en cierto sentido un retorno a una teoría darwinista: el desarrollo social empieza a ser identificado como una auto-reproducción natural del sistema, que permanece en función de su mejor adaptación al contexto. De aquí a que el mercado se constituya como el orden natural –y sagrado– de lo social hay un solo paso. Y, por consiguiente, cualquier esfuerzo de los hombres por construir su futuro pasa a constituir una amenaza, un Mal para el orden establecido.

El segundo texto parte de la premisa de que la desafección hacia la democracia tiene que ver con las formas de hacer política, las que a su vez derivan de los modos de pensar la política. Una de las tesis gravitantes del texto es que el actual malestar de parte de las personas hacia la política no sería producto de un rechazo a la democracia o los partidos, sino de una carencia de códigos interpretativos. Lechner indica luego algunos elementos a considerar en la reconstrucción de mapas interpretativos.

A partir del estudio del PNUD en Chile en 1998, el tercer texto transita por los miedos de los chilenos. El miedo al Otro, el miedo a la exclusión y el miedo al sinsentido son comentados en relación a la memoria reciente y la fragilidad de un nosotros, a la deficiencia y autorreferencia de los sistemas, y a la incertidumbre y la dificultad de construir un futuro colectivo sin vínculos afectivos de confianza que lo sustenten, respectivamente.

El cuarto texto, elaborado junto a Pedro Güell, se inmiscuye en la construcción de la memoria colectiva como un producto social. En el caso de Chile, la irrupción del pasado sería temida y evitada a fin de no dañar la convivencia. Operaría así una construcción social del silencio, con lo cual la imposibilidad de abordar el pasado y de enfrentarlo daría lugar a un desengaño respecto a la política, en su producción de ilusión y división, y el traspaso intergeneracional de dicho desengaño.

El penúltimo documento aborda nuevamente la producción social de la memoria, particularmente la memoria nacional, y las formas en que se sacraliza mediante el arte o la celebración de fechas relevantes. La memoria permitiría filtrar los futuros posibles, dado que cualquier lectura del pasado es una lectura interesada. De forma tal que cualquier elaboración del pasado permitirá ciertos posibles futuros.

El texto final se plantea a la luz de la siguiente interrogante: ¿Cómo reconstruimos un Nosotros? El autor señala que actualmente no habría una figura perfilada del nosotros, y que la democracia –a pesar de sus logros– expresaría un déficit al no haber sabido producir códigos de interpretación y sentido que permitan la apropiación del espacio social a la ciudadanía. Las páginas postreras terminan enfatizando cuatro posibles frentes de batalla para la conformación de un Nosotros.

En general, las alusiones a las investigaciones del PNUD son constantes. Pese a que uno pudiera no estar de acuerdo en todos los juicios, el libro se constituye en una mirada persuasiva de la actualidad.

Esperamos con interés el futuro de esta colección de pensadores latinoamericanos.

Horacio Salgado F.
Director Centro de Investigación y Mejoramiento para la Educación
Facultad de Psicología
Universidad del Desarrollo