Columna de opinión redactada por la psicóloga, Daniela Bruna, investigador asociado del Cime.
El miércoles 2 de enero a las 23:00 horas se trata de un momento muy importante, y esperado, para todos aquellos estudiantes que rindieron las Prueba de Selección Universitaria. Es el preciso instante en que podrán conocer sus resultados.
Muchos de estos estudiantes podrán celebrar, ya que sus resultados serán positivos cumpliendo sus expectativas y permitiéndoles estudiar las carreras de su preferencia, en la institución de educación superior que desean. Sin embargo, existirá un porcentaje importante que no podrá hacerlo, ya que sus resultados serán evaluados como negativos.
¿Qué hacer frente a esta situación? ¿Cómo pueden ayudar los padres a transformar esta experiencia en aprendizaje y lograr que sus hijos la afronten de mejor manera?
En primer lugar es relevante recordar a los hijos que la PSU no evalúa su calidad personal ni su identidad, si no que se trata de una prueba que mide ciertas habilidades y contenidos aprendidos en el sistema escolar. Además, se trata de un instrumento que puede ser rendido en más de una ocasión, por lo que existen nuevas oportunidades para mejorar el desempeño.
Por otro lado, los adolescentes deben conocer el hecho de que el rendimiento en la PSU se no se trata de un indicador directo de éxito en la vida adulta.
Es importante también aceptar como normales emociones de tristeza y rabia, lo mismo que sentimientos de frustración. En este sentido se debe intentar conversar acerca de éstos con el joven, respetando sus tiempos y permitiendo la expresión, ya que esto favorecerá la elaboración de un duelo sano de la pérdida que implica el dejar de lado el proyecto que se había trazado para el futuro.
Un punto que no se debe olvidar es evitar mensajes verbales negativos, que incluyan burlas, ironías, victimizaciones, ni comparaciones con familiares, amigos o conocidos que rindieron la prueba y obtuvieron resultados fructíferos. En la adolescencia los pares son de suma importancia para la constitución de la identidad, por lo que un fracaso puede impactar de manera no deseada en el autoconcepto y autoestima académica del joven.
Finalmente, lo más importante es generar un plan de acción en conjunto con el estudiante, de manera que sea capaz de evidenciar que existen otras alternativas a corto y mediano plazo, y que, a pesar de las dificultades tiene el apoyo de los adultos que le rodean.