Sólo a días de celebrar nuevas elecciones, nos enfrentamos a una cascada de propuestas tanto en radio, prensa escrita y televisión. Por supuesto, la preocupación de los candidatos a “constituyentes” radica en persuadir y convencer a sus electores, los cuales – luego de sopesar someramente los pro y contra de cada alternativa – plasmarán su decisión el próximo 15 y 16 de mayo. Consideremos por un segundo cómo es que se configura tal decisión. Psicólogos cognitivos sostienen que los procesos mentales que participan en nuestras elecciones son influenciados por sesgos, prejuicios y/o creencias, no siempre advertidas por el individuo que decide. Lo anterior supone que la decisión de esta votación histórica, no sólo surgirá de los argumentos, propuestas y/o aspiraciones del candidato, sino también desde otras consideraciones. Ad portas al proceso eleccionario, vale la pena preguntarse entonces: ¿poseen los electores la capacidad de proteger su decisión racional por sobre los distintos argumentos ofrecidos por tal o cual candidato?
Marco Tulio Cicerón, hace más de 2000 años, ya enseñaba que en la formación de cualquier orador – entiéndase aquí: nuestro candidato a constituyente – no sólo es importante la instrucción del intelecto (Filosofía), sino también el cultivo del arte de la elocuencia (oratoria). De más está decir que los equipos que preparan a los futuros constituyentes están muy conscientes de cuán relevante es persuadir y convencer a través de adornar un discurso. Si usted es un elector preparado podrá diferenciar, con cierta eficacia, el adorno del argumento. Sin embargo, tal distinción no siempre es posible. Psicólogos y neurocientistas cognitivos sugieren que nuestro sistema cognitivo captura desde el entorno, inclusive pequeñas piezas de información que guían la manera como construimos una elección.
En esta línea, un reciente estudio en el que participaron investigadores de diversos países (University of East London (UK), École Normale Supérieure (Francia), Ghent University (Bélgica), University College London (UK) y de la Universidad del Desarrollo (Chile)), se investigó si la prosodia (la musicalidad en la pronunciación de sólo unas cuantas palabras), podría constituir un factor relevante a la hora de juzgar la credibilidad del hablante. Los resultados indicaron que – entre otras consideraciones – nos basamos en la voz para juzgar si el discurso de otro es honesto y seguro o bien lo contrario, deshonesto e incierto. Este estudio no sólo replicó sus resultados en tres idiomas (francés, inglés, español), sino también observó que tal juicio vocal es automáticamente registrado por nuestros cerebros, sin mediación de nuestra voluntad. En definitiva, no somos del todo conscientes de cómo ni por qué decidimos lo que decidimos.
La psicología cognitiva nos enseña que los individuos deciden y dirigen su comportamiento influenciados por información no siempre advertida conscientemente. Esto es, información que sesga, para bien o para mal, nuestro juicio racional (concepciones psicológicas, socio-culturales y/o religiosa). Hoy sabemos algo más: la prosodia o musicalidad al pronunciar una simple palabra, transmite información respecto al valor de verdad o certeza subjetiva de todo un discurso. Lo anterior no sólo parece relevante para candidatos motivados en convencer y persuadir a toda costa a sus electores, sino también para todo comunicador y/o divulgador social que a través del arte de la elocuencia, pretenden paliar (para bien o para mal) cierta fragilidad en los argumentos.
Gabriel Reyes M., Ph.D.
Laboratorio Ciencias Cognitivas
Facultad de Psicología, UDD.
Esta columna también se publicó en Bío- Bío Chile y Emol.