El ciberacoso se presenta predominantemente en quienes se conectan a redes sociales más de cinco horas al día, en la noche y mediante Facebook. Así lo indica un estudio realizado a por StatKnows, con Universidad del Desarrollo y Fundación Katy Summer.
El acoso en redes sociales se podría pensar como menos dañino ante la ausencia del “cara a cara”. Pero un adolescente o joven no lo experimenta así. En ese espacio es donde prácticamente ocurre toda su vida. Ahí construyen su identidad. Y un ataque, la difusión de imágenes vergonzosas o cualquier tipo de violencia por esa vía, tiene un impacto devastador.
El ciberacoso, ciberbullying o acoso virtual, es aquel que ocurre a través de medios digitales. Desde cualquier plataforma o medio, una persona o un grupo molesta o acosa a otra. Ataques que se dan mediante la divulgación de información confidencial o falsa. También se puede publicar contenido negativo, perjudicial o cruel. O otras cosas, como compartir información privada provocándole humillación o vergüenza.
Lamentablemente se trata de una vivencia cotidiana: 14% de adolescentes y jóvenes de la Región Metropolitana reporta ser víctima de ciberacoso una vez a la semana o más.
Estas situaciones se presentan predominantemente en jóvenes que se conectan a redes sociales más de cinco horas al día, principalmente en horarios nocturnos, y mayormente mediante Facebook, entre 15 y 19 años (40,27%) y lo mismo en los jóvenes entre 25 y 29 años (38,86%).
Así lo comprobó el estudio Posibles relaciones entre ciberacoso y tendencias depresivas, patrones de uso de redes sociales y perfil demográfico realizado a adolescentes y jóvenes entre 15 y 29 por StatKnows, en colaboración con la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo y con respaldo de la Fundación Katy Summer.
El reporte analiza posibles relaciones entre ciberacoso, tendencias depresivas y patrones de uso de redes sociales. Entre quienes manifiestan ser acosados una vez a la semana o con frecuencia superior, un 37% habría estado cursando un trastorno depresivo mayor y un 20%, un trastorno depresivo menor. Estos últimos jóvenes representan el 14,1% de la población estudiada.
Las formas de agresión más habituales son comentarios hirientes o malintencionados en línea, y amenazas por internet o redes sociales. Esto sobresale por sobre la publicación de fotos o videos hirientes o malintencionados, la suplantación de identidad, y la creación de grupos o páginas sobre la víctima para agredir.
Las víctimas de ciberacoso en mayor medida que la población general estudiada, declara sentir angustia; tener una orientación sexual o una identidad de género de aquellas agrupadas en LGTBIQ+, indica María Eugenia García, ingeniera estadística, socia fundadora de StatKnows y directora de proyecto del estudio.
También suelen sentirse tristes, solas o aisladas, y tener miedo, y consideran extremadamente difícil hacer frente al acoso. “En su mayoría no acuden a los amigos, a los padres ni a las autoridades educacionales en busca de ayuda ante la situación que viven. Tienden a pedir a los victimarios, por el mismo medio, que se detengan, o intentan ignorarlos”, aclara García.
Emanuel Pacheco, director ejecutivo de la Fundación Katy Summer subraya la importancia que tiene dimensionar lo que esto significa en la vida de adolescentes y jóvenes. En ese espacio generan su identidad. «Y hoy con las condiciones de pandemia es el único medio que tienen. Si los agreden por ese medio, los destruyen, destruyen su identidad. A un joven que funan en redes sociales, su identidad se ve destruida y sienten que no tiene valor existir si no tienen identidad. Es su mundo y están destruyendo su mundo”, explica.
La relación entre el acoso en lína con el suicidio no es directa, indica Pacheco. El suicidio es multicausal. «En ese sentido el ciberacoso no es suficiente. Pero sí se sabe que cuando hay una historia de hechos que se han ido sumando, el acoso es lo que hace que sea la ‘gota que rebalsó el vaso’”.
Los resultados del estudio evidencian la presencia del ciberacoso entre jóvenes chilenos. Y confirman una relación negativa con la salud mental –depresión en este caso-, señala Jorge Varela, investigador del Centro de Estudios en Bienestar y Convivencia Social de la UDD, lo cual puede ser más complejo en tiempos de pandemia: “Los análisis que hemos desarrollado muestran que, entre aquellos jóvenes que son más víctimas de ciberacoso, los niveles de depresión aumentan. Esta relación negativa se intensifica cuando los jóvenes señalan tener una orientación sexual o una identidad de género LGTBIQ+”.
La población más vulnerable a ciberacoso está en el grupo etario de 15 y 19 años (ver infografía). El estudio determina que en ese rango de edad, el 92% declara haber sido amenazado por internet o redes sociales al menos una vez en los últimos tres meses. Al observar por género, el 44% de los hombres y el 56% de las mujeres reconoce que ha sido víctimas de acoso.
¿Quiénes los acosan? El 27% reconoce haber sido molestado principalmente por adultos o mayores de 18 años. El miedo, la rabia, la ansiedad y la tristeza son las principales emociones declaradas por los ciberacosados.
Preocupa que, del total de adolescentes y jóvenes de 15 a 19 años que señala haber sido acosado, sólo un 3% avisa o pide ayuda a un profesor o inspector; sólo un 11% avisa a sus padres, y sólo un 12% lo plantea a sus amigos.
“Esto llama a dar urgencia a la revisión de cómo nos estamos relacionando con adolescentes y jóvenes en cuanto a los espacios digitales, y nos cuestiona sobre qué tanto los hemos dejado solos o sin suficiente apoyo en el desarrollo de su identidad en redes sociales”, indica Pacheco.
Virtual o presencial, el tema del acoso da cuenta, dice Valera, de cuánto falta por aprender para convivir con otros. “Existen estudios que hablan de que en espacios en que hay mucha normalización de la violencia, existe más acoso, y en contextos donde no se tolera la violencia hay menos violencia”.
Los especialistas coinciden en la importancia de una comunicación permanente con los hijos para saber cómo es su vida virtual. Hay que saber qué es lo que consumen virtualmente. Con quién interactúan en las redes sociales. Es lo mismo que se hacía antes sin estas tecnologías, explica Varela, «cuando los padres conocían a los amigos, el uso de tecnología se educa y hay que aprender a convivir virtualmente”.
Al ser virtual se cree que no es real añade Pacheco, “pero para los jóvenes es más real que lo real”. Se requiere aprender más sobre en qué edades dar acceso a la tecnología y qué aplicaciones. Conoce las aplicaciones parentales y ver cuánto tiempo lo usan.
El problema no son los celulares. El problema es que los adultos no saben con quiénes interactúan los adolescentes en esas plataformas. “Acá no es que alguien extraño los moleste, quienes le dicen cosas y que les hacen daño es alguien de la comunidad. Por eso el mayor llamado de atención que tenemos que hacer es para que los jóvenes se sientan cercanos hablar de la situación y generar espacio de contención y escucha activa incluso en los trabajos para jóvenes entre los 18 y 29 años que ante esto no saben con quién hablar”, dice Pacheco.
El 69% de los adolescentes y jóvenes consultados reconoce además haber sido testigo de ciberacoso. De ellos, el 52% dice haber sido también acosado al menos una vez en los últimos tres meses.
El rol que desempeñan los testigos para hacer frente y aminorar al ciberacoso es crucial. “El llamado es no ser testigos cómplices ni encubridores, sino testigos activos”, dice Pacheco.
Eso se logra primero con reportar estas situaciones. Pacheco indica que cuando se ve una situación así hay obtener evidencia, “siempre sacar pantallazo, porque quienes agreden suelen borrar esas evidencias”.
El paso siguiente es averiguar si la persona que ha sido víctima de acoso está acompañada. Si no lo está activar vínculos, «que tenga alguien cercano que sepa qué le está pasando o viviendo”, explica Pacheco. Posteriormente hacer la denuncia en PDI o en Fiscalia. “También se puede acudir a alguna fundación como Todo Mejora, Fundación para la Confianza o Fundación Katty Summer, para pedir orientación y ayuda”, aconseja.